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Dejan sus casas para ‘no morir de frío’

Luz del Carmen Sosa
El Diario

2013-01-04

La nevada del jueves obligó a familias en pobreza extrema a dejar sus viviendas para refugiarse en alguno de los albergues, para “no morir congelados”.
Es el caso de Esperanza, Leticia y María Luisa, tres mujeres de edad madura a cargo de hijos y dos de ellas hasta de nietos, que llegaron al Parque Central, donde encontraron alimentos calientes y una cama para dormir cómodos y sin peligro.
No obstante, las tres familias saben que tendrán que regresar a sus casas, y requieren apoyo para habilitarlas, pues además de ser inhabitables, carecen hasta de un calentón.

‘Vámonos mis hijos’

A veces tiene que decidir qué día no comer. Primero están sus nietos, luego sus hijos y al final ella.
“Es muy triste no tener un pedazo de pan, pero a veces no hay dinero; gracias a mis vecinas que me ofrecen un trabajito a veces comemos todos”, dice María Esperanza Flores, quien a sus 52 años aún se hace cargo de tres hijos, incluyendo a una de 18 años, embarazada y con una hija pequeña.
La familia vive en una casa ya inhabitable y carecen de un calentón y gas butano para la estufa.
Con la contingencia invernal, los vecinos llamaron al 066 para que acudieran las patrullas en su rescate. Los oficiales los trasladaron al refugio temporal de El Parque Central, donde ayer atendieron a 15 personas, al menos hasta las tres de la tarde, según dio a conocer Mayra Villalobos, coordinadora del programa estatal El Jardín del Abuelo.
Dentro del edificio, María Esperanza y su familia ingirieron comida caliente y en abundancia, pero saben que con el transcurso de las horas tendrán que regresar a su gélida casa.
“Dormimos toda la noche, bien contentos, bien felices porque teníamos miedo de morir congelados, los niños se asustaron porque estaba muy frío y como saben que podemos morirnos congelados teníamos miedo, por eso les dije ‘vámonos mis hijos’ y aquí estamos”, relató la mujer.
“Yo quiero que me ayuden con un calentón de leña, ya nos dieron cobijas nuevas, yo quiero que también le den escuela a mis hijos, están chicos y este ciclo escolar no entraron porque no hubo con qué inscribirlos”, agregó.
“Yo le barro a mis vecinas, les trapeo y así nos ganamos el taco. Primero les lleno la tripa a ellos y me preguntan ‘amá por qué no comes tú; si no comes con nosotros nadie va a comer’ y ya me siento a comer un taquito con ellos porque no alcanza”, narró al tiempo de parpadear varias veces, para retener las lágrimas.
La familia radica en la calle Armando González Soto y René Mascareñas número 7549, de la colonia Los Alcaldes.
De momento carecen de energía eléctrica, calentón, leña, gas butano para un tanque y comida, por lo que se invita a la comunidad a brindarles su apoyo.

‘Yo estoy flaquita
porque no como’

A causa de sus adicciones perdió la vista. Hoy Alejandro Macías tiene 32 años, pero depende totalmente de su madre para subsistir.
El daño cerebral por el uso de inhalantes, mariguana, cocaína y heroína, también le generó trastornos mentales y en ocasiones tiende a destruir las cosas a su alrededor, y aunque su madre sabe que su hijo tiene un problema de salud, no puede brindarle atención médica porque carece de recursos hasta para comer.
Ajenos a los servicios de seguridad social, a un empleo permanente o ayuda asistencial contra las adicciones, madre e hijo viven en la más absoluta pobreza.
Fue precisamente la marginación la que los condujo ayer a buscar refugio en el albergue instalado en el Parque Central, donde la Secretaría de Fomento Social acondicionó un gran espacio para atender a las familias afectadas por la actual contingencia climática que vive la ciudad.
Sentados en el comedor de las ex instalaciones de la que fue la Escuela Hermanos Escobar, madre e hijo ingirieron comida caliente, descansaron sobre colchonetas de esponja en color rojo y se cubrieron con cobijas limpias y nuevas. Parecía que la suerte, por un día les sonreía.
Leticia Hernández García explicó que llegaron el jueves por la mañana cuando una patrulla los auxilió para abandonar su casa, la cual lleva mucho tiempo en pésimas condiciones.
La madre tiene 52 años y su principal preocupación del día es saber qué van a comer.
Para mantenerse junto con su hijo la mujer busca en la calle cartón, aluminio y toda la basura reciclable para vender al kilo y así ganarse unos cuantos pesos al día.
“Un muchacho del yonque el otro día me regaló 50 pesos, ellos se portan bien conmigo, son buenas personas”, dijo todavía conmovida por el acto de solidaridad que tuvo para con ella un obrero que gana el salario mínimo, “pero al menos cuenta con un empleo seguro”, refirió.
Madre e hijo portan ropa sucia y vieja, ninguno cuenta con prendas de vestir adecuadas para soportar la gélida temperatura que se siente en la región.
“Yo estoy flaquita porque no como, siempre tengo mucho frío”, comentó Leticia Hernández García.
Para ella abandonar su casa de block, sin ventanas, y refugiarse en el albergue fue difícil, pero no tenía otra alternativa. “Ahí nos íbamos a morir de frío”.
La madre de familia necesita de los ciudadanos. Ella pide apoyo para construir un cuarto y vidrios para reparar las ventanas de la habitación donde ahora viven.
También anhela estudiar y aprender un oficio que les permita una oportunidad de empleo para sacar adelante a su hijo.
“Yo no lo cuidé como debía, no evité que anduviera en la drogas. Por eso le pido a las madres que cuiden mucho a su hijos, las drogas no dejan nada bueno”, lamentó.
Leticia y su hijo viven en la calle Senegal 7612 y Privada Luis de Velazco en la colonia Virreyes, sus necesidades primarias son: material de construcción, ropa, calentón de leña, leña, cobijas, alimentos y cuadernos y lápices para que ella pueda aprender a leer, sumar y hacer las cuentas.
“Ojalá me puedan ayudar, necesito un cuartito, se me mete el agua y ahora se me metió tanta agua que me echó a perder toda mi ropa. Con un cuartito ya puedo tener organización en mi casa; yo ando en las basuras juntando y a veces que no me compran y acumulo toda esa basura”, expresó.
“Yo cada vez que me duermo, le pido a Dios ‘ayúdame Señor, porque no puedo sola’ y sé que él me está escuchando”, dijo al tiempo de cerrar sus ojos y con sus manos sucias –a causa de tanta basura que recolecta– tomó las de su hijo ciego.

‘Teníamos tanto miedo’

Cuando una integrante de la congregación cristiana a la que asiste le ofreció ayuda económica y en especie a cambio de que “le cediera” a su nieto de 5 años, María Luisa Alvarado, de 60 años rechazó totalmente la propuesta.
“Tengo 60 años y estoy luchando para darles a mis niños estudio; siempre están conmigo, saben lo que me cuesta tener el poco dinero, pero jamás me separaría de ellos”, aseguró la mujer que ayer se vio obligada a dejar su cuarto construido con paletas y cartón, a causa del frío.
Junto a sus niños llegó al refugio temporal establecido en el Parque Central donde la mujer no piensa permanecer mucho tiempo, aunque el sitio esté calientito y la comida sea segura.
“En la mañana teníamos tanto frío y miedo”, dijo y relató que a causa de la nieve el techo de su jacal se les vino encima, por lo que necesita madera, papel y brea para techar lo que ella llama “su hogar”.
“Y si se puede, pues también quisiera un calentoncito, pero de leña, porque no tendría dinero para comprar gas”, expresó.
María Luisa es una de las miles de abuelas que están a cargo del cuidado de sus nietos en Ciudad Juárez, porque la madre y el padre simplemente declinaron asumir su responsabilidad.
Su cabello es completamente blanco y lo lleva trenzado. Su voz es suave y clara, no se percibe reproches ni enojo, para ella todo lo ocurrido tiene un sentido: “Dios así lo quiso y se hace su voluntad”.
A sus 60 años ya aparecieron algunas enfermedades y están disminuyendo sus capacidades visuales, motoras, auditivas, de lenguaje y cognoscitivas…su andar es más lento.
“Está difícil para uno que está sola, batallo mucho porque yo trabajo para mantener a los niños, los padres nunca los han tenido y yo tengo la custodia de los dos. Nada más que se componga el tiempo nos vamos a regresar a la casa porque ellos el lunes entran a la escuela”, dijo.
Eso también preocupa a la abuela. Los niños carecen de zapatos y ropa, porque cuando cayó el techo del jacal todo se mojó y se le echó a perder, aunque reconoce que los tenis de los niños ya estaban más que viejos.
Esta mujer es muy fuerte. A pesar de las circunstancias tan adversas no derrama una sola lágrima.
“Yo nunca he encargado con nadie a mis nietos, siempre los traigo conmigo. A mí lo que me preocupa es darles escuela, como sea ellos tienen que estudiar porque es lo único que les puedo dar; quiero que agarren el buen camino porque ellos siguen los ejemplos de uno y yo nunca les he dado un mal ejemplo a mis niños”, afirmó.
“Yo tengo mi edad, tengo 60 años, pero todavía tengo fuerzas para trabajarle a cualquier persona. Ahorita vendo cositas en el mercado, estropajos, rastrillos y los niños se van conmigo, de ahí saco para mantenerlos, sólo que estos días están difíciles para nosotros por el clima”, explicó.
“Yo todos los días que me despierto le pido ayuda a Dios, es lo primero que todos debemos hacer darle la honra y la gloria porque él nos protege. Imagínese, si no fuera por él tal vez cuando se cayó el techo hubiera pasado una cosa más grande y no, yo estoy bien aquí con mis nietos”, afirmó.
Las personas interesadas en auxiliar a María Luisa Alvarado y su familia, pueden acudir a la calle Caballos número 1494 de la colonia Ampliación Felipe Ángeles.
lsosa@redaccion.diario.com.mx

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