Internacional

'Este dolor no se lo deseo a nadie'

Reforma

2018-02-21

Nápoles, Italia— Los Russo aseguran ser una familia de comerciantes ambulantes. No aparentan riquezas ni lujos en su departamento ubicado en un multifamiliar.

Suelen viajar entre Europa y América vendiendo ropa de importación, electrodomésticos y otros productos.

"Aquí muchas familias se dedican a esto porque en Nápoles no existen muchas posibilidades laborales", dice a Reforma Silvana Esposito, esposa de Raffaele Russo, uno de los tres italianos desaparecidos en Tecalitlán, Jalisco, desde el 31 de enero.

De hecho, Raffaele ya había viajado a México el verano pasado para explorar la venta de generadores eléctricos chinos.

Antonio Russo y Vicenzo Cimmino, los otros dos desaparecidos, habían llegado a tierras mexicanas sólo unos días antes de aquel 31 de enero.

"Les pido al pueblo y al Gobierno de México que me ayuden. Este dolor no se lo deseo a nadie", clama Silvana.

La madre de Antonio ya no logra hablar mucho.

"Me siento mal. Tengo mucho miedo desde hace 20 días, ya no logro dormir. Los primeros días esperamos en silencio con la esperanza que alguien nos pidiera el pago de algún rescate, pero después tuvimos que pedir ayuda", dice.

La angustia en la casa de los Russo se percibe intensamente, más bien se toca con la mano. Entran y salen familiares, sobrinos, primos, en un vaivén que parece no terminar; una confusión que por lo menos evita pensar mucho.

Los Russo son muchos. En la casa de la familia viven Silvana, Anna y Daniele, otros de sus hijos, y Francesco, el hijo mayor, que ahora se encuentra en México.

La mesa de la cocina está repleta de varios teléfonos celulares. Todos comparten fotos, mensajes, noticias, pedidos de ayuda a través de las redes sociales, también están en casa los hermanos de Vincenzo Cimmino, el otro desaparecido junto a Raffaele y Antonio.

Vincenzo es un tipo amable, tranquilo y siempre sonriente, cuentan. Aquí en Nápoles lo están esperando su esposa, dos hijos pequeños de uno y cinco años de edad, todos rezan constantemente para la liberación de los plagiados.

"Esta es una prueba para todos nosotros, una prueba que el señor nos puso en el camino. Si no fuese por la fe que tenemos creo que todos nosotros ya estaríamos enloqueciendo", afirma Gaetano Cimmino, hermano mayor de Vincenzo, residente en Barcelona con su propia familia desde hace siete años.

"He visto que en México el tema de violencia es algo muy fuerte y asombroso. He venido a apoyar, pero me siento muy asustado por todo esto. Trato de hacerme el fuerte en especial frente a ellos, somos evangélicos, tenemos mucha fe y la esperanza en que todo pueda salir bien", dice.

Silvana se mueve de un cuarto a otro de esta casa. Un departamento normal, al octavo piso de un edificio multifamiliar de la colonia Mercado de Nápoles.

Sigue pidiéndole a Daniele y a los demás primos presentes en casa para que coman algo, porque desde hace días la vida normal de esta familia napolitana se ha detenido en aquel 31 de enero, confundiendo todo ritmo y necesidades.

"Yo no tengo nada en contra del pueblo de México porque sé que allá hay mucha gente buena", dice Silvana sentada en la cama matrimonial.

"Nada más que nos digan si están encerrados en algún lado. Si hay que pagar por su liberación, pues pagaremos, pero ayúdenos por favor", añade con los ojos humedecidos.

Apoyo total

La comunidad entera se ha movilizado para ayudar a los Russo.

El pasado fin de semana los evangélicos realizaron una marcha nocturna con antorchas para pedir ayuda, mientras una carpa apareció durante un partido de futbol del Nápoles en el estadio de esta ciudad.

El próximo sábado se prevé otra marcha, esta vez más grande, pero aún falta la confirmación por parte de los organizadores.

En el departamento de los Russo también está la hija más pequeña de Raffaele y Silvana. Es la única chica de la familia, la consentida de su padre.

"Lo estoy viviendo muy mal, porque jamás he estado tanto tiempo sin hablar con mi padre, con mi hermano y con mi primo. Me siento mal porque no sé lo que están pasando y esto me duele mucho", dice con voz delicada la joven Anna.

"Yo me esfuerzo por no llorar, más que todo porque quiero darle fuerza a mi hermano Francesco que aún está en México tratando de hacer algo", añade.

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