Associated Press
2018-01-22
Peshawar, Pakistán— Shakil Afridi languidece en la cárcel desde hace años, desde el 2011, cuando ayudó a identificar el escondite de Osama bin Laden, permitiendo que soldados estadounidenses ubicasen y matasen al líder de Al-Qaida
Más de uno se preguntará cómo puede ser que se detenga a un hombre que ayudó a eliminar al artífice de los ataques del 11 de septiembre del 2001.
En Pakistán, en cambio, se hacen otra pregunta: ¿Cómo puede ser que Estados Unidos traicione la confianza y vulnere su soberanía con una incursión secreta nocturna que avergonzó a las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia.
“La saga de Shakil Afridi es la metáfora perfecta de las relaciones entre Estados Unidos y Pakistán”, caracterizadas por la desconfianza y una mala comunicación, que amenazan con comprometer los esfuerzos para combatir el terrorismo, declaró Michael Kukelman, vicedirector del programa de Asia del Centro Woodrow Wilson de Washington.
Estados Unidos considera que el apoyo financiero que presta justifica el apoyo de Pakistán a su lucha contra el Talibán.
Como candidato, Donald Trump se comprometió a lograr la libertad de Afridi.
En declaraciones a Fox News en abril del 2016 aseguró que tomaría “dos minutos (liberarlo)... porque le dimos mucha ayuda a Pakistán”.
Pakistán, sin embargo, resiente lo que ve como la interferencia de Estados Unidos en sus asuntos.
Mohammed Amir Rana, director del Instituto Pakistaní de Estudios de la Paz, con sede en Islamabad, dijo que la desconfianza entre las dos naciones es algo de vieja data, que no cambiará en tanto y cuanto Estados Unidos y Pakistán no reconsideren lo que esperan del otro, admitan que tienen inquietudes divergentes en el ámbito de la seguridad y elaboren una estrategia en torno a la guerra en Afganistán, que vaya más allá de la actual, que consiste en matar y hablar con el Talibán.
“Shakil Afridi (es) parte de un rompecabezas mucho más grande”, señaló.
Afridi no ve a su abogado desde el 2012. Sus únicos visitantes son su esposa y sus hijos. Durante dos años su archivo desapareció, lo que demoró el proceso judicial.