The New York Times
2017-10-11
Caguas, Puerto Rico— Harry Figueroa, un profesor que estuvo una semana sin recibir el oxígeno que le ayudaba a respirar, falleció aquí la semana pasada a los 58 años. Su cuerpo estuvo tanto tiempo sin refrigerar que el director de la funeraria no pudo embalsamarlo debido al avanzado estado de descomposición del cadáver.
A Miguel Bastardo Beroa le están fallando los riñones. Sus médicos en la unidad de cuidados intensivos del Doctors Hospital de Carolina lo están tratando por una enfermedad bacteriana que pudo haber contraído en las crecidas de agua contaminada con orina de animales, después de que el huracán María devastó Puerto Rico.
José L. Cruz se levanta a mitad de la noche tres veces por semana para asegurar su puesto en la fila y así poder recibir su tratamiento de diálisis, a las seis de la mañana, en un centro donde se redujeron las horas de tratamiento para ahorrar el combustible que alimenta los generadores.
“Muchas personas murieron debido al problema de la electricidad y otras siguen muriendo”, dice Lisandra, de 30 años, hija de Figueroa. “No te puedes enfermar”.
A casi tres semanas de que María tocó tierra, muchas personas enfermas en toda la isla siguen en peligro de muerte.
Detrás de los continuos mensajes alentadores que anuncia el gobierno cada mañana subyacen nuevas emergencias: en todo Puerto Rico, pacientes gravemente enfermos que necesitan diálisis se enfrentan a reducciones de hasta un 25 por ciento del tiempo de su tratamiento.
Funcionarios del sector salud del país afirmaron que, en las semanas posteriores a la tormenta, se presentó a trabajar menos de la mitad de la fuerza laboral médica de Puerto Rico.
Los hospitales se están quedando sin medicamentos y los pacientes son cada vez más, pues reciben a quienes provienen de los centros de salud donde los generadores han fallado.
Hay intentos desesperados por ayudar. El gobierno estadounidense envió diez Equipos de Asistencia Médica para Desastres, integrados por médicos, enfermeras y paramédicos civiles, entre otros.
Además, se instalaron cuatro hospitales móviles en los estacionamientos de algunos hospitales, se puso en funcionamiento el buque médico Comfort y se abrirá un hospital con 44 camas en la devastada región de Humacao, en el sudeste.
Grupos de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos han armado decenas de generadores en instalaciones médicas clave y los trabajadores laboran para restaurar la energía en 36 hospitales.
Pero los médicos, los farmacéuticos y los pacientes señalan que la intensa crisis médica persiste y que las dificultades eléctricas y de comunicación han propiciado que el verdadero número de muertes directamente relacionadas con el huracán sea impreciso.