Internacional

Reza el Papa por víctimas del narco

Associated Press

2017-09-09

Medellín, Colombia— El Papa Francisco evocó ayer en Medellín el sangriento capítulo del narcotráfico que destruyó la vida de muchos colombianos y rezó por las víctimas y porque ese episodio nunca se repita.
Al concluir la penúltima jornada de su viaje a Colombia, el pontífice pidió a todos los colombianos que acompañen en su dolor a los que sufrieron ante los criminales de las drogas y que perdonen a quienes destruyeron la vida de los jóvenes.
“Tantas vidas destruidas por los sicarios de las drogas”, dijo el Papa durante un mensaje a sacerdotes, religiosos, monjas y sus familiares en una atestada plaza de toros.
Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia, fue bastión en décadas pasadas de uno de los más sanguinarios carteles de las drogas y llegó a ganarse el mote de “capital del crimen” de las drogas.
Las declaraciones de Francisco no son inusuales: ha condenado las drogas desde que era el arzobispo Mario Bergoglio en su natal Argentina. Ahora trajo a colación el tema en momentos en que llamaba a los jóvenes sacerdotes, monjas y religiosos de Colombia a salir a las calles a propagar la fe y a “ser promesa de un nuevo inicio” para su nación.
Más temprano, el Papa pidió a la Iglesia y a los fieles a mirar más allá de la férrea ortodoxia eclesiástica a fin de que acojan y ayuden con amor a la gente, particularmente a los que sufren y están desamparados en una nación golpeada por la guerra.
“La Iglesia en Colombia está llamada a empeñarse con mayor audacia en la formación de discípulos misioneros... que sepan ver, juzgar y actuar”, señaló ante más de un millón de fieles congregados desde temprano al aire libre.
Algunos expertos consideran, tras la homilía, que el Papa busca construir una Iglesia más acogedora y una sociedad colombiana más justa.
“Su homilía es un llamado apasionado para que los católicos colombianos, tanto los clérigos como los laicos, se hagan verdaderos discípulos de Cristo, no aferrados a una rigidez doctrinal”, dijo a The Associated Press Andrew Chesnut, profesor de Estudios Religiosos en Virginia Commonwealth University.
Francisco, igualmente, advirtió a la Iglesia, a los sacerdotes y fieles que no se dejen llevar por el materialismo y les recordó una frase que suele repetir a cada momento: “El diablo entra por el bolsillo... No se puede servir a Dios y al dinero”.
El Papa sufrió un retraso en su llegada al lugar de la misa debido a que las malas condiciones climáticas lo obligaron a desplazarse en automóvil y no en helicóptero desde el aeropuerto municipal de Rionegro a la ciudad de Medellín. Pero eso no detuvo una jornada en la que Francisco cautivó a una ciudad que se volcó a las calles.
El Papa habló también en la homilía sobre la importancia de tomar una actitud de renovación y de mayor involucramiento en un país que, desgarrado por un prolongado conflicto armado, necesita amor y acciones bondadosas.
La misa se dedicó a San Pedro Claver, un jesuita español que luchó por los esclavos y los derechos humanos y a quien Francisco venerará en el cierre de su viaje hoy domingo en la caribeña Cartagena.
Algunos esperan que el mensaje del pontífice los inspire más en sus vidas.
“Él es la cabeza de la Iglesia, pero nosotros estamos en el mismo sitio de esta Iglesia”, dijo a The Associated Press Betsy García, una venezolana de 23 años que ahora vive en Colombia y se está formando para convertirse en monja. “Él es la guía que Cristo nos dejó. Entonces él es el que nos va a dar el empuje, el camino para continuar”.
El mensaje papal resonó justo en Medellín, que ha sido un lugar importante de la Iglesia: la capital del departamento de Antioquia y segunda ciudad más importante del país, es una de las que más sacerdotes tiene en Colombia y que ha sufrido los embates de la violencia guerrillera y paramilitar así como del narcotráfico.
La ciudad albergó una conferencia de obispos latinoamericanos en 1968 y motivó la visita del primer papa –Pablo VI– a Colombia y América Latina ese año.
Tras el oficio religioso en Medellín, Francisco visitó y oró con centenares de niños abandonados y en condiciones de riesgo en la Casa Familia San José, un orfanato de la Iglesia.
“Ver sufrir a los niños hace daño en el alma”, dijo. “No podemos aceptar que se los maltrate, que se les impida el derecho de vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza”.

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