Internacional

Maiduguri, una ciudad nigeriana en territorio de Boko Haram

Associated Press

2017-07-21

Maiduguri— En los mercados de Maiduguri -cuna del grupo yihadista nigeriano Boko Haram- hay de nuevo mangos, sandías, alfombras y comerciantes abriéndose paso con sus carretillas, pero es un espejismo: la ciudad ha quedado esquilmada por ocho años de guerra.
El bullicio y los utensilios de fabricación china que llenan los estantes son una apariencia engañosa de la capital del antiguo imperio de Bornu, un eje comercial secular entre el Sahel y África central, a la que hace un año llegaron las oenegés extranjeras y las agencias de la ONU y gubernamentales.
Maiduguri fue asediada, escenario de combates y blanco de atentados sangrientos que todavía se suceden. Su economía se desplomó desde 2009 por la insurrección yihadista que ha causado casi 20 mil muertos. Una situación agravada por la recesión que carcome Nigeria desde el año pasado.
"Los agricultores no pueden ir a los campos y la mayoría de los alimentos son importados de otros estados", lamenta el director general del Monday market, Modu Kolo Dunoma. "Los precios han subido mucho".
Un saco de arroz de 8 mil nairas (22 euros) vale, por ejemplo, 17 mil. "La gente no tiene medios" para pagar, explica.
A la salida de la ciudad, filas interminables de camiones llevan días esperando para ir a Dikwa, hacia el vecino Camerún.
El tránsito de mercancías con destino a Chad, República Centroafricana o Sudán es la principal fuente de recursos de la ciudad, pero no acaba de restablecerse.
El ejército ha reabierto varios ejes pero las emboscadas siguen siendo frecuentes y los vehículos solo pueden circular en convoyes escoltados y armados.
La población de la ciudad se ha duplicado debido a más de un millón de desplazados que sobreviven en campamentos o en casas de particulares gracias a la ayuda exterior.
Según la ONU, casi dos millones de personas sufren desnutrición aguda y 5,5 millones necesitan ayuda alimentaria en el nordeste.

Precios por las nubes
La comunidad internacional se dio cuenta muy tarde del alcance de la crisis humanitaria y la mayor parte de las oenegés llegó a partir del verano de 2016.
Ahora hay camionetas blancas de las oenegés por todas partes y la docena de campos de desplazados reciben con regularidad arroz, sorgo, maíz o frijoles.
Se ha puesto en marcha un programa de transferencia de dinero para los más necesitados y, cada mañana, se forman largas filas delante de los cajeros automáticos.
Muhammadu Ali, un funcionario de 48 años, huyó de Ngala, cerca de Camerún, con su mujer y sus 10 hijos. Su salario no le basta. "¿Cómo voy a alimentarlos con 20 mil nairas (55 euros)? Dependemos completamente de la ayuda", se queja.
Pero todos no han salido perdiendo. Algunos sectores, como el inmobiliario, se benefician de las organizaciones extranjeras.
"¡Le puedo decir que el dinero entra!", afirma el director general de Dolphin, una de las pocas agencias inmobiliarias de Maiduguri, Ali Garba Bashehu, partiéndose de risa.
Los propietarios que se fueron creyendo que la ciudad caería en manos de los insurgentes vendieron sus bienes por una miseria y ahora se alquilan a precio de oro.
"Las oenegés no saben qué hacer con el dinero", ironiza, mientras lleva a los periodistas a las "government secured areas" donde se suceden los muros altos con alambradas. "¿Ve aquel recinto rodeado de bidones azules? ¡La ONU lo alquila por 225 mil dólares anuales, pagado por adelantado!"
Cuatrocientos metros más lejos: "Allí está MSF, 120 mil dólares anuales", o, delante de un gran edificación blanca: "Este hotel está alquilado todo el año, imposible reservar una habitación".
Lo mismo ocurre en los barrios modestos. Baba Wuroma Usman, de unos 50 años, alquilaba la vivienda por 100 mil nairas hace tres años. El propietario ha duplicado el precio.
La ONU pidió mil 500 millones para el nordeste de Nigeria de los que los donantes prometieron 672, pero no siempre llegan a destino.
La propia presidencia nigeriana ha reconocido que cerca de la mitad de la comida enviada a las víctimas de Boko Haram no les llega.

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