El Diario Digital
2017-03-04Hyderabad, India– “Esa noche me llevó con él. Se introdujo en mí a la fuerza. Yo estaba llorando. [Dijo] yo te compré, puedo hacer lo que quiera. Les di dinero a tus padres, puedo usarte tanto tiempo como quiera. Mantén tu boca cerrada”, escribe CNN.
Muneera Begum, ahora de 19 años, vive en Hyderabad, India. Narra que sólo tenía 12 años cuando sus padres la vendieron en un matrimonio obligado a un hombre de Oman. Él tenía 70.
Ella se refiere a la llamada noche de bodas como “tortura”.
“Yo no tenía educación y no podía entender una sola cosa de lo que estaba pasando”, comentó. Aún era infantil”.
Dice que por dos meses, la mantuvo encerrada en una habitación, usándola a menudo para sexo.
“Si tenía que ir a algún lado me encerraba, regresaba más tarde y una vez más comenzaba la tortura”, narró.
La Policía dice que hay cientos de casos como el de Begum en la vieja ciudad de Hyderabad. Chicas jovencitas de vecindarios pobres, vendidas por sus padres sin su consentimiento, a turistas muy viejos quienes llegan buscando sexo.
Durante nuestra investigación, visitamos una serie de refugios, conociendo a una víctima tras otra, todas con historias horribles de abuso físico y sexual. Estos crímenes involucran una red de traficantes de humanos, con agentes, negociantes y clérigos que forman parte de la conspiración.
Aprovechándose de familias pobres
Los agentes se localizan en varios países del Medio Oriente y África. Conocen a intermediarios en Hyderabad (la ciudad con la población musulmana más grande de India) quienes se acercan a familias pobres y las convencen de vender a sus hijas menores de edad porque necesitan el dinero.
Los agentes tienen clientes, normalmente hombres mayores, quienes luego viajan a Hyderabad. Ahí, el intermediario les muestra las niñas y ellos eligen las que quieren.
Un clérigo religioso quien es parte de la red criminal firma entonces el certificado de boda (el cual no tiene validez legal) y al mismo tiempo un certificado de divorcio post fechado. Pero de acuerdo con una de las autoridades religiosas más veneradas en Hyderabad, la ley islámica requiere el consentimiento de la chica para poder casarla.
Después de unas semanas o meses de usar a la menor para sexo, el cliente la deja, para nunca regresar. Algunas de las chicas son violadas vilmente. A muchas los compradores les dan drogas, volviéndolas indefensas, incapaces de parar lo que está pasando.
Es difícil entender cómo es que una madre vendería a su hija, pero la madre de Begum explica su decisión. Dice que su familia de cinco vive en un pequeño cuarto en una de las partes más pobres de Hyderabad. Agrega que su marido era un alcohólico y no tenían dinero y creyó que vendiendo a su hija mejoraría la vida de Begum, así como la de la familia.
“Creímos que al hacerlo podríamos comprar una pequeña casa y vivir ahí”, explicó su madre. “Nuestra vida y la de nuestra hija habrían mejorado. Pensamos que debíamos hacerlo”.
Mi sueño es que cada niña debería ser feliz.
Ahora Begum tiene una joven hija, cuyo padre es el hombre con quien la obligaron a casarse. Cuando se embarazó a sólo dos meses, él se divorció de ella por teléfono. Ella narra que estaba tan perturbada, que trató de suicidarse.
“Lloraba mucho, relató. “Sufría tanto que creía que mi vida no valía la pena. La última vez traté de cortar mi muñeca”.
Entonces la recogió una organización no gubernamental llamada Shaheen, la cual ayuda a evitar que vendan a las menores en matrimonios forzosos.
Shaheen también rescata niñas y las ayuda a rehabilitarse, enseñándoles habilidades como coser, aplicar hena o usar computadoras, todo para que se vuelvan financieramente independientes.
Jameel Nishat creó Shaheen hace más de 20 años y comenta que ha ayudado a más de 10 menores directamente y casi a mil indirectamente. “Mi sueño es que cada niña sea feliz y disfrute su vida al máximo, y se sienta libre”, dijo.
Luego de ir a Shaheen, Begum reportó el caso a la Policía y las autoridades arrestaron al negociador involucrado en venderla. Le ha llevado años recuperarse, pero ahora, promete no dejar que eso le pase a nadie más.
“No quiero que otras niñas sufran la suerte que yo sufrí”, dijo Begum. “En mi corazón, siento el dolor que ellas enfrentaron; ninguna persona debería sufrir ese dolor”.