Kelly Velasquez
AFP
Ciudad del Vaticano– La beatificación, mañana, del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, asesinado hace 35 años, abre el camino para su canonización, aunque para muchos es ya el “santo” de Francisco, modelo de su Iglesia pobre para los pobres.
“Francisco quiso beatificar a un mártir de la justicia, tal como lo hizo hace dos años con el padre antimafia siciliano Pino Puglisi, el primer mártir de la Iglesia asesinado por un sicario de la mafia”, reconoció Marco Politi, biógrafo del Papa Francisco, en una charla con la AFP.
La beatificación del arzobispo salvadoreño asesinado por un comando de extrema derecha el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa, tiene particular importancia dentro de la Iglesia de América Latina, ya que de alguna manera indica el modelo de religioso que el primer Papa de la región propone.
Mártir por defender a los pobres`
Atacado, despreciado y menospreciado por la clase dirigente de su país por su compromiso con los pobres, aislado por buena parte de la jerarquía de la Iglesia católica de entonces, Romero llega a la gloria de los altares por ser un defensor de la justicia social.
“Con esa beatificación Francisco muestra que es particularmente sensible a los sufrimientos que América Latina ha vivido bajo dictaduras y conflictos, que es sensible al dolor y al martirio que Romero padeció”, sostiene Politi.
“Hay cercanía espiritual entre Francisco y Romero”, subraya.
“Los dos han estado comprometidos con la justicia social sin ser marxistas”, explicó Politi.
Al contrario de la mayoría de los mártires proclamados por la Iglesia en el curso de los siglos tras haber sido asesinados por odio a su fe cristiana, Romero fue reconocido mártir por su papel social y político, por su defensa de los pobres y olvidados, por su afán de justicia.
“Francisco decretó el cambio”, asegura el biógrafo del papa, autor de varios libros y ensayos sobre el Vaticano.
“Romero en su prédica reclamaba una sociedad justa, respetuosa de todos sus ciudadanos, dado que solo así, según la Biblia, puede haber paz, pero con un importante acento en los derechos de los pobres y oprimidos, como lo hizo Jesús y en la línea de ‘una Iglesia pobre y para los pobres’ de Francisco”, reconoció recientemente durante su visita al Vaticano el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación.
Tanto Gutiérrez como el postulador o defensor de la causa para la canonización de Romero, el religioso italiano Vincenzo Paglia, consideran que el papa Francisco está cambiado el concepto tradicional de mártir, actualizándolo, de cara a la realidad y a las contradicciones del mundo moderno.
“Si en el pasado se proclamaban mártires solo de la fe, hoy se incluyen mártires de la caridad, la justicia y la paz”, afirmó Paglia en un encuentro con la prensa italiana poco antes de partir hacia El Salvador.
“La Iglesia latinoamericana considera ahora mártires a quienes mueren por amor a Dios, la Iglesia y su pueblo”, se felicitó por su parte Gutiérrez, quien fue por décadas sancionado, perseguido y tachado de marxista por las autoridades del Vaticano y hoy en día es elogiado e inclusive fue recibido por el mismo pontífice argentino.
“Se derrumbó un muro. Algo ha cambiado”, reconoció Gutiérrez.
La beatificación de Romero marca también un precedente para los religiosos latinoamericanos y abre el camino para la canonización de otros religiosos de América Latina, entre ellos la del jesuita Rutilio Grande (1928-1977), colaborador de Romero, también asesinado.
Grande fue asesinado en el municipio de El Paisnal el 12 de marzo de 1977, por un escuadrón de la Guardia Nacional. Nada se investigó sobre la autoría intelectual y 38 años después su homicidio sigue impune.
Para unos defensor, para otros revolucionario
Para unos era un defensor de las causas de los pobres y de los derechos humanos durante la época más oscura y difícil de El Salvador. Otros creen que era un partidario de la revolución armada, un guerrillero marxista vestido de sotana.
“Para unos soy el causante de todos los males, como un monstruo de maldad; para otros, gracias a Dios para el pueblo sencillo, soy sobre todo el pastor”.
Treinta y cinco años después del tiro certero de un francotirador que cegó su vida, Romero se unirá al grupo de jerarcas beatificados por la Iglesia católica cuando el sábado se celebre la ceremonia en El Salvador y tras superar las trabas de enemigos agazapados en El Vaticano, que se oponían a la beatificación, que implica su declaratoria como mártir de la fe. Es decir, que murió a causa de su fe.
A la ceremonia se espera que asistan al menos 250 mil personas en un acto religioso que se celebrará en la Plaza El Salvador del Mundo, lo que constituye el primer paso hacia la canonización de monseñor.
Conocido como “la voz de los sin voz”, fue nombrado arzobispo de San Salvador en 1977 con la bendición del gobierno salvadoreño, que dio visto bueno a su nombramiento porque lo veían como amigo de la élite y de las Fuerzas Armadas, según su biógrafo, monseñor Jesús Delgado.