Associated Press
2014-11-28
Río de Janeiro– Cuando llueve, el piso de tierra de la casa donde Taina Ferreira vive con sus tres hijos pequeños se convierte en lodo y las aguas negras de drenaje que pasa frente a su puerta inundan la casa.
Ferreira, una madre soltera de 25 años que trabaja como sirvienta, es una de aproximadamente 220 mil habitantes de Río de Janeiro atrapados por la falta crónica de vivienda en la ciudad. Río, que será la sede de los Juegos Olímpicos del 2016, está en medio de un auge inmobiliario que ha disparado el precio de los alquileres en algunas zonas al nivel de Nueva York o París.
Pero no hay suficientes viviendas asequibles para satisfacer la demanda en esta ciudad de 12 millones de habitantes.
Así que cuando Ferreira y sus vecinos en la favela Terra Prometida vieron que un residencial de viviendas públicas cercano estaba vacío, decidieron ocuparlas.
Varios cientos de familias trasladaron sus pertenencias –incluidos lavadoras, refrigeradores y colchones– los aproximadamente 200 metros que separan la favela del complejo de edificios de apartamentos.
Ferreira y sus hijos e instalaron este mes en un apartamento en la planta baja, pero les duró poco.
El alcalde de Río, Eduardo Paes, insistió en que los ocupantes tenían que solicitar vivienda pública por los canales establecidos y les ordenó abandonar los edificios. Después de 10 días en el lugar, tuvieron que regresar a la favela con sus cosas.
“Regresamos a vivir como animales”, dijo Ferreira mientras los vecinos abandonaban los apartamentos bajo la supervisión de varios cientos de policías. “Tengo un drenaje abierto frente a mi puerta y tengo que proteger a mis hijos de las ratas”.
“No sé lo que voy a hacer”, dijo.
Situaciones similares ocurren a diario en todo el estado de Río. A finales de octubre, el Movimiento de Obreros sin Techo ayudó a organizar la invasión de un terreno baldío en el empobrecido suburbio de Sao Goncalo, donde unas 700 personas instalaron tiendas de campaña.
“No puedo alquilar una vivienda porque solo gano el salario mínimo con mi retiro”, dijo Nilton Santos, de 60 años.
Menos de un mes después de tomar el lugar, Santos y los demás salieron del lugar después que las autoridades prometieron incluirlos en un próximo plan de vivienda pública.