Internacional

Tecnología ‘desnuda’ a momias

The Independent

2014-05-25

Londres— Una estremecedora fotografía de una momia egipcia despojada de vendajes saluda al visitante de una nueva exhibición en el Museo Británico, Ancient Lives, New Discoveries: Eight Mummies, Eight Stories (Vidas antiguas, nuevos descubrimientos: ocho momias, ocho historias). La fotografía fue tomada en 1908, cuando el pillaje de curiosidades sagradas en todo el planeta estaba en su apogeo, y Egipto se encontraba bajo dominio británico.
La imagen es dolorosamente simbólica; muestra el esqueleto del varón Knum-Najt, de la duodécima dinastía, tendido en una mesa. Junto al cuerpo aparece un equipo de especialistas, entre ellos Margaret Murray, primera mujer nombrada profesora de arqueología en el Reino Unido. Unas 500 personas están ansiosas de ver cómo se develaba un misterio.
Las desenvolturas o desenrollamientos de momias eran espectáculos públicos populares a principios del siglo XX, cuando la egiptología era una disciplina académica nueva. La fotografía apunta a una violación. Al desnudar las momias, eruditos y coleccionistas destruían las frágiles capas de embalsamamiento, arregladas con todo cuidado después de la muerte para asegurar la existencia de la persona en la otra vida. Para los antiguos egipcios, la protección del cuerpo era primordial.
En 1908 parecía haber poco temor a la maldición sobrenatural por perturbar a los muertos, pero en 1922, cuando Howard Carter realizó el célebre descubrimiento de la tumba del rey Tutankamón, nació la momiamanía. Algunas personas asociadas con la expedición murieron en circunstancias dramáticas, y la maldición de la momia fue dramatizada en los medios.
El historiador cultural Roger Luckhurst ha señalado que la maldición fue en realidad expresión de la angustia colonial británica y del temor a la independencia de Egipto que surgieron en la década de 1920. Describe también la importancia del Museo Británico, establecido en 1753, que adquirió muchas momias en los siglos XIX y XX. Ocho de éstas se exhiben ahora.
La exposición permite conocer la momia en forma no invasiva, por medio del uso de la tecnología más reciente de tomografía computarizada. Más que abrir las momias, en estos días instituciones como el Museo Británico tienen la obligación legal de ser sensibles. Deben tener en mente que no sólo tratan con restos de seres humanos de verdad –aunque difuntos desde hace mucho tiempo–, sino también de otros países, que fueron adquiridos en tiempo del imperio.
El propósito de los curadores era iluminar no sólo la muerte, sino la vida de ocho individuos del mundo antiguo muy diferentes, y en eso tuvieron un éxito admirable. Las momias van desde la de un niño cantor de siete años, en un templo, hasta la de un portero. Hay un magnífico sarcófago de oro que oculta a un pequeño de dos años, con la cabeza baja. También un hombre con barba pintada en el rostro y senos de mujer elaborados con recubrimientos. Proceden de Egipto y Sudán, en un periodo que abarca 4 mil años.
Existe otra fotografía estremecedora y surrealista, tomada en fecha reciente, que muestra el momento en que introducen en un tomógrafo una momia embalsamada, en el Hospital Real de Brompton. Así es como ahora se investiga el interior de las momias sin desenvolverlas; la sofisticada visualización digital nos permite ver imágenes en tercera dimensión de todo lo que hay bajo esos mantos: desde los abscesos en los dientes hasta comida sin digerir en el estómago, al igual que edad aproximada, sexo y estatus social.
La primera momia de la muestra es extraordinaria. Parece cargada de una energía sobrenatural; yo casi esperaba que despertara. Este joven tendría alrededor de 30 años de edad cuando se encogió en posición fetal y murió. Fue enterrado en un cementerio de Gebelein, en el Alto Egipto, y la arena seca y caliente lo momificó en un proceso natural. Sus restos tienen 5 mil años de antigüedad y su presencia es vívida. La mayor parte de la piel se ha conservado y cubre sus delicados huesos. Tiene los pies recogidos hacia el pecho y las manos ahuecadas bajo el mentón, como si implorara. Su aspecto es vulnerable, iluminado en una caja de cristal dentro de un cuarto oscuro, como una reliquia. Ha sido transformado en objeto y puesto en exhibición. 
En el muro detrás de la momia, una película en tercera dimensión muestra su cuerpo apareciendo y desapareciendo lentamente, detallando sus órganos internos, su cabello y uñas, que se conservan. 
Existen pantallas interactivas en las que se pueden descubrir las capas de cada momia, pero también se ofrecen minuciosos detalles históricos. Por ejemplo de Tamut, la hija de un sacerdote de alto rango de Tebas, que permanece en el interior de su magnífico sarcófago dorado, rojo y azul, el cual jamás ha sido abierto. Por la magia de la tecnología, ha quedado revelada: sus entrañas, al igual que el pasmoso conjunto de amuletos colocado sobre su cuerpo después de la muerte.
La tomografía de su cuerpo es extraña. Muestra un cadáver adornado. En las cuencas de los ojos le pusieron ojos azules artificiales, de vidrio o piedra; en el corazón tiene un escarabajo azul, y una deidad alada en la garganta. Esos talismanes podían ser activados con conjuros del Libro de los Muertos (circa 1450 aC).
El proceso de embalsamamiento era un complejo ritual: luego de secar el cuerpo durante 35 días, el cerebro de Tamut fue extraído de la cabeza con un gancho insertado a través de la nariz. El rostro fue cubierto con telas por razones cosméticas: la piel perdía lozanía durante el secado y se arrugaba. Los otros órganos internos se extrajeron, se empaquetaron y se volvieron a insertar en el cuerpo: la herida en el torso fue sellada con un Udyat, u Ojo de Horus, que tenía poder curativo.
Aunque el sarcófago de Tamut se ha dejado intacto, el acto de explorar las entrañas de la joven con ayuda del tomógrafo se siente como una invasión. Estos cuerpos no fueron preparados para ser vistos. Existe una tendencia tiránica en la cultura occidental a tratar de saber todo: descifrar, desmitificar y desencantar hasta el más sacrosanto de los secretos. La fascinación con la magia de otras culturas se aúna a la incredulidad racionalista. No creemos, y sin embargo no podemos dejar de investigar: a lo largo de la historia, con métodos violentos.
Los curadores de esta exhibición parecen conscientes de este peligro. Más que ser desenvueltas con crudeza, como entretenimiento público, estas momias son exploradas con rigor científico y respeto. En vez de revulsión, se nos invita a experimentar una sensación de humanidad compartida; se les dignifica mediante el pequeño detalle de la vida cotidiana, desde las pelucas que usaban hasta la cerveza que bebían. Aun así hay una sensación de que no nos pertenecen y que no deberían estar allí.

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