Internacional

Alegan trabajadores agrícolas de EU prejuicio racial a favor de mexicanos

The New York Times

2013-05-06

Vidalia, Georgia— Por años, los sindicatos laborales y los activistas defensores de los derechos de los inmigrantes han acusado a los agricultores a gran escala, como los que este mes cosechan aquí cebolla dulce tipo Vidalia, de explotar a los trabajadores huéspedes mexicanos. Laborando durante horas sin parar bajo un sol abrasador, se dice que a los recolectores los amontonan en sórdidos campamentos, que son trasladados sin ningún receso y hasta les pagan incompleto su salario.
Pero mientras el Congreso sopesa la reforma inmigratoria que se espera amplíe el programa de trabajadores huéspedes, otro grupo está reclamando cada vez más —los americanos, en su mayoría negros, que viven cerca de los campos agrícolas y dicen desear la labor agrícola pero no poder conseguirla debido a que se destina a los mexicanos. Sostienen que son ilegalmente desanimados para que no pidan trabajo y que los tratan mal los agricultores que prefieren a los extranjeros a quienes consideran más manipulables a ellos.
“Les gustan los mexicanos porque están asustados y hacen cualquier cosa que les digan”, dijo Sherry Tomason, quien trabajó siete años en los campos antes de renunciar. El mes pasado Tomason y otros vecinos interpusieron una demanda federal contra una empresa grande cultivadora de cebollas, Stanley Farms, alegando que los había tratado mal y que les pagaba menos que a los mexicanos.
La demanda constituye una de varias acciones legales contra empresas agrícolas donde se presentan quejas similares, incluyendo una contra una compañía grande en Moultrie, Georgia, en la cual los americanos señalaron que los despidieron debido a su raza y país de origen, les dieron empleos menos deseables y les otorgaron menores oportunidades laborales que a los trabajadores mexicanos huéspedes. La Comisión para Oportunidades Equitativas de Empleo y la compañía, Southern Valley, han firmado un acuerdo en el cual la empresa aceptó realizar diversos cambios.
Con la tasa local de desempleo siendo actualmente de alrededor del 10 por ciento y con una onerosa burocracia para contratar extranjeros —hay que importar y dar hospedaje a los trabajadores huéspedes y se exige mucha papelería— lo natural parecería que los negocios agrícolas contrataran en sus propias comunidades, lo cual hacían hace una generación.  
De hecho, dicen los agricultores, a ellos eso les gustaría mucho.
“Hemos tratado de ocupar localmente a nuestra mano de obra”, dijo Brian Stanley, uno de los propietarios de Stanley Farms, que está siendo demandada por Tomason y varias personas más. “Pero no pudimos conseguir suficientes trabajadores y eso estaba afectando nuestro desarrollo. Así que recurrimos al programa de trabajadores huéspedes”.
La vasta mayoría de los empleados agrícolas en el país no forman parte del programa de trabajadores huéspedes sino que simplemente son inmigrantes no autorizados. El plan de otorgar a dichos trabajadores una vía hacia un estatus legal reduciría las posibilidades de que sean explotados, dicen los autores del proyecto de ley, y por lo tanto también mejoraría las condiciones de los americanos que creen no poder competir contra los extranjeros vulnerables.
Stanley, lo mismo que otros agricultores, argumenta que los americanos que dicen querer el trabajo terminan renunciando porque se trata de algo difícil, dejando que las cosechan se echen a perder en los campos. Pero la situación está repleta de tensiones culturales y raciales.
Incluso muchos de los americanos que se sienten maltratados reconocen que los mexicanos que llegan en autobuses por un periodo limitado son increíblemente eficientes, a menudo laborando hasta que se mete el sol los siete días de la semana para ganar más.
“Nosotros no vamos a andar corriendo todo el tiempo”, dijo Henry Rhymes, quien fue despedido —injustamente, dice— en Southern Valley tras una semana de trabajo. “No somos mexicanos”.
Jon Schwalls, director de operaciones en Southern Valley, mencionó algo similar.
“Cuando José se sube al camión para venir aquí desde México está dedicado a trabajar”, dijo. “Es como ir al Ejército. Deja a su familia en su casa. El trabajo es duro, pero él esta listo. Alguien del país quiere saber cuánto es el sueldo y cuáles son las condiciones. En estas comunidades, lamento decirlo, en casa no hay padres, no hay ejemplos que trabajen mucho. Quieren recompensas sin poner mucho”.
Tales generalizaciones conducen a los abogados —y a los habitantes locales— a decir que en las políticas de los campos agrícolas hay un fondo racista.
“Yo no estoy alegando que el trabajo agrícola sea bueno”, dijo Dawson Morton, un abogado especializado en los derechos de los trabajadores agrícolas en el Programa de Servicios Legales de Georgia, un despacho sin fines de lucho. “Lo que estoy alegando es que podría ser un mejor trabajo. Si se quiere gente con experiencia, a entrenarla. Por el simple hecho de que la gente sea más fácil de supervisar, los patrones agrícolas no deben poder importarla. No es cierto que los americanos no quieran trabajar. Lo que los agricultores están diciendo en realidad es que los negros simplemente no quieren trabajar”.
A lo cual J. Larru Stine, el abogado en Atlanta de Stanley Farms y otras grandes empresas agrícolas, contestó: “los agricultores no son racistas ni están contra los americanos. Tienen cosechas que hay que levantar y ven que los de este país simplemente no ponen en ello el corazón”.
Jim Knoepp del Centro de Derecho para la Pobreza del Sur, un grupo sin fines de lucro que ha hecho campaña contra el programa de trabajadores huéspedes, dijo que las labores agrícolas, como cualquier otro trabajo pesado, puede hacerse atractivo para los americanos a un costo razonable, y que los agricultores no tienen pretexto para no hacerlo atractivo.
“Solía haber muchos recolectores americanos que andaban por el país”, dijo. “Pero los salarios se han estancado y las condiciones se han deteriorado y la industria agrícola no está dispuesta a hacer atractivos estos trabajos. Piensen en la recolección de basura. Tampoco es algo muy atractivo. Pero si se ofrecen salarios y condiciones decorosos, la gente lo hace”.

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