Sandra Rodríguez
El Diario de Juárez
El Terrero, Namiquipa, Chihuahua– El sobrevuelo de tres helicópteros militares despertó a los habitantes de este poblado entre las cinco y las seis de la mañana del jueves.
Medio centenar de soldados cercó luego los accesos de la colonia San Antonio, ubicada en la orilla sur de esta localidad rodeada de parcelas y en uno de cuyos espacios vacíos aterrizaron las aeronaves.
Nadie pudo entrar o salir de sus casas. Tampoco escucharon disparos, y fue sólo alrededor de las 10 que supieron que Carlos Arturo Quintana Quintana, conocido como “El 80” y presunto jefe del Cártel de Juárez en el occidente de Chihuahua, había sido detenido por los elementos castrenses desplegados.
“Era la ley en todo el municipio”, dice sobre el capo un hombre de 70 años.
Pasó en poblado sus últimas horas de libertad
“¿Quién controlaba la presidencia? ¡Ellos! No había quién defendiera”, agrega el entrevistado, residente de El Terrero.
La versión del Gobierno federal indica que a Quintana se le encontró en poder de dos fusiles de asalto, un rifle de francotirador, tres pistolas tipo escuadra, cartuchos y equipo táctico y de comunicación. Aun así, la casa que la comunidad coincide es la del arresto se quedó con la chapa de la puerta abierta, abandonada y sin mayor señal de aseguramiento o de haber sido escenario de alguna intervención gubernamental.
En una calle de terracería, de una planta, sin muebles ni jardín o mayores adornos –a diferencia de la moderna residencia en la parte centro y que se le atribuye a su primer matrimonio–, la vivienda de la colonia San Antonio albergó las últimas horas de libertad del presunto capo sin que los vecinos se dieran cuenta.
“Nunca nos imaginamos que estaría ahí”, dice una persona entrevistada y que, como el resto de los habitantes, accedió a dar información sólo con la condición del anonimato.
“Porque él tenía buenas casas: la que está en el centro o la de su mamá y sus hermanos en (la localidad) El Pacífico”, agregó otra.
Calle Juárez
El Terrero es uno de los dos poblados ubicados al sur de Namiquipa, la cabecera municipal, y frecuente lugar de residencia de Quintana. La casa sobre el predio que le dio su suegro y que ocupó durante su primer matrimonio, en la esquina de la calle principal –Juárez–, destaca por ocupar casi la mitad de la cuadra y por su diseño modernista.
Ayer, día posterior a la detención, en los alrededores de la propiedad y principal zona comercial del poblado, decenas de personas atendían negocios, desde tiendas de ropa, de abarrotes, de licores, restaurantes hasta puestos callejeros.
La normalidad, sin embargo, se combinaba con el código de silencio que los habitantes tratan de guardar con respecto al otrora habitante de la casa ubicada en la esquina de Juárez y calle Octava, ubicada a cuatro cuadras de la presidencia seccional.
“Se sabía que aquí andaba, de vez en cuando se le veía, hace unos meses dijeron que andaba paseando a su niña”, dijo Antonio Fierro encargado del seccional desde noviembre de 2016 y quien agregó que no había denuncias contra el capo porque no habido problemas de delincuencia ni enfrentamientos.
Y hablar demás podría provocar un incendio a un negocio o un levantón, coincidieron otros entrevistados.
Fuera de eso, dijo Fierro, “vivíamos normal, sin problema, no como Zaragoza o Gómez Farías. Aquí no ha habido esos enfrentamientos, pero sí sabemos que existe el asunto”.
‘Ellos mandaban’
Como a los capos antiguos, dice uno de los entrevistados que le llamó “El Patrón”, a Quintana se le recuerda aquí tanto por su filantropía como por sus actividades de delincuencia organizada.
A la par de coordinar el trasiego de drogas ilegales entre el occidente de la entidad y Estados Unidos, e incluso de organizar feroces enfrentamientos que han dejado decenas de víctimas en municipios aledaños como Madera, Ignacio Zaragoza o Valentín Gómez Farías, en Namiquipa organizaba fiestas de beneficencia e incluso mediaba en conflictos de la comunidad.
“Era como Pablo Escobar”, recuerda el entrevistado, que dijo ser agricultor y haber conocido personalmente al presunto capo. “Si alguien tenía un problema, trataba de ayudar. A un señor que está ciego le organizó el año pasado un jaripeo, para pagarle una operación”, agrega.
Un residente de la tercera edad lo recuerda incluso de niño, sumido en la pobreza junto con sus hermanos y dedicados a apoyar a su madre, viuda después de que, contó el entrevistado, el padre de familia al parecer se suicidó por ahorcamiento.
En esa época el hoy detenido se dedicaba a vender el menudo que cocinaba su madre, o dulces y cigarros. Todo antes de, alrededor de 2015, convertirse en presunto líder del Cartel de Juárez y uno de los narcotraficantes más buscados por el gobierno norteamericano.
“Sufrieron mucho. Por eso no se lo tomábamos a mal (el narcotráfico). Eran muchos y muy humildes, y decíamos ‘está bien, qué bueno que subieron, que ya se alivianaron”, narra el residente, de 70 años.
“Pero no sabíamos que iba a salir con eso, que se iba a convertir en la ley”, agrega.
Fuera del plan de intervención
El brazo ejecutor de las órdenes de “El 80” es identificado aquí como su sobrino, Elier Daniel Gutiérrez Quintana, nombrado por el gobierno del alcalde priista Ramón Alonso Enríquez Mendoza como subdirector de Seguridad Pública hasta febrero pasado, cuando fue arrestado por secuestro.
Este control político descrito coincide con el que, desde febrero de 2016, reportó la periodista Miroslava Breach en La Jornada, en el mismo artículo en el que también publicó que Jesús Alfredo Salazar, capo del cartel rival, había puesto a su sobrino como candidato a alcalde priista en Chínipas.
Desde el inicio, la zona occidente de Chihuahua fue prioridad en la política de seguridad de Javier Corral, que en 2017 publicó decretos para asumir la seguridad pública de municipios como Valentín Gómez Farías, Ignacio Zaragoza, Madera y otros con repuntes en hechos violentos y la persistencia hasta ahora del desplazamiento de grupos armados.
En ese contexto, lejos de aliviar, la detención es motivo de zozobra, debido, coincidieron algunos entrevistados, a que al ‘80’ lo conocían y él a la población, y cada quien se dedicaba a su trabajo.
Sin él, agregaron, no saben qué ni qué persona ni qué grupo ocupará su cargo. (Sandra Rodríguez Nieto/El Diario)