Estado

Vidas truncadas por masacre

El Diario de Chihuahua

2018-02-06

Chihuahua— Daniel Magallanes deseaba convertirse en un DJ profesional. Siempre tenía sus audífonos puestos mientras escuchaba música electrónica. Tenía 15 años cuando la noche del 3 de febrero fue asesinado —junto con otras cinco personas— por un comando que disparó contra al menos, 20 asistentes de una pelea de gallos.

Su abuelo llevó a Daniel y a su hermano de 10 años al Club Gallístico Santa María, situado en el kilómetro 10.5 de la carretera rumbo a Cuauhtémoc. Durante años, Don Magallanes fue un aficionado a las peleas de gallos y quiso heredar el gusto a sus nietos. Las aves siempre las peleó en casas, pero esta vez quiso probar —por primera ocasión— qué significaría ganar en el redondel de un palenque.

Su gallo fue el último de la lista en pelear. Mientras la pugna se ejercía con euforia en el club, dos encapuchados entraron con armas largas al recinto. Se dirigieron con cuernos de chivo hacia las gradas. Dispararon a dos hombres. Fueron 30 segundos en total lo que duró el terror, murieron seis personas, entre ellas, Daniel, y resultaron heridos 14, incluyendo a su hermano de 10 años.

Al cesar la “lluvia de plomo”, en los redondeles había otra sangre. Los gallos seguían peleando.

Don Magallanes y su nieto menor sobrevivieron, las balas sólo los rozaron pero Daniel no corrió con la misma suerte. Su cuerpo fue velado ayer en una vivienda de la colonia Paso del Norte, justo donde acaba el pavimento y empieza la tierra.

“Si se va por esta calle, a la vuelta de los abarrotes, ahí va a encontrar a Alan Vallina y otros heridos”, instruyeron familiares para llegar a la casa de otra persona que estaba presente en el mismo hecho.

Dos muertos y sus velorios, a dos cuadras de distancia, en el mismo barrio, donde a decir de los vecinos, ir a las peleas de gallos es una actividad familiar, por ello, no se sorprendieron que hubiera menores en el interior del club.

Otro deceso fue el de Perla Jasso, madre de dos hijos, y Leonardo Rodríguez, quien se dedicó al foto-periodismo; más víctimas circunstanciales de la masacre en el palenque.

Ella había ido con una amiga a ver los gallos pelear. Tenía 32 años, dos hijos, secundaria terminada, gatos, un perro al que adoraba y recién se había inscrito en el Instituto de Belleza Consorcio.

El plan era simple: Aprender a cortar el cabello, abrir un salón con su madre e independizarse. Sin embargo, Perla fue asesinada esa noche. Las clases empezarían el próximo 15 de febrero.

A la mujer le lloró una multitud de gargantas anudadas en los Funerales Miranda, de la avenida Pacheco. Es de esperar. La madre de dos pequeños trabajó en varios lados como restaurantes de comida rápida. Su último empleo fue en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en una de sus funerarias.

A Leonardo Rodríguez y a Josué Otero también los asesinaron en la masacre del Club Gallístico Santa María. Eran grandes amigos, dijo a El Diario el padre de Leonardo. Ambos fueron velados ayer en la misma funeraria que Perla.

Leonardo trabajó durante diez años como fotorreportero para la publicación Progreso de Chihuahua. Su padre narró que abandonó el periodismo para independizarse y sentar cabeza. Se casó e hizo estudios de Automatización Industrial en la Universidad Tecnológica.

“Trabajaban construyendo, compraban casas, las reconstruían y las vendían. Hacía varias actividades, todas lícitas. Él tenía 34 años. Trabajó hasta hace unos años conmigo. Yo recorrí todo el estado y él me acompañó trabajando. Muy metido en lo suyo”, subrayó su padre.

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