Estado

'Parral me gusta hasta pa' morirme': Villa

Juan de Dios Olivas/
El Diario

2017-07-16

"Parral me gusta hasta pa’ morirme”, decía el general Francisco Villa, que sabedor de que “en la vida lo único seguro es la muerte”, mandó construir para él un mausoleo en el panteón de la Regla, en Chihuahua capital cuando fue gobernador.

Y el adagio se cumpliría la mañana del 20 de julio de 1923, precisamente en su ciudad predilecta, Hidalgo del Parral, donde encontraría su final.
En la esquina de Gabino Barreda y Benito Juárez, en una curva que conduce a la zona céntrica, un grupo armado se interpuso en el trayecto del automóvil Dodge Brothers que conducía el propio Villa y descargó una ráfaga de proyectiles expansivos.
Doce balas destrozaron el corazón del centauro y uno de sus pulmones. Su cuerpo quedó recostado sobre el asiento.
Junto a él murieron su lugarteniente el coronel Miguel Trillo, dos integrantes de su escolta: Rafael Medrano y Claro Hurtado, además de su asistente, Daniel Tamayo.
Ramón Contreras, miembro de su guardia personal, fue el único que sobrevivió y también quien logró responder al ataque abatiendo a uno de los agresores.
El crimen fue atribuido en un principio por el gobierno a venganzas en contra del general; pero al paso del tiempo los historiadores coinciden en señalar que se trató de un asesinato ordenado desde la presidencia de la República.
Originario de San Juan del Río, Durango, bajo el nombre de Doroteo Arango, Villa nació el 5 de junio de 1878 en el rancho “La Coyotada”.
De padres campesinos y pobres, su vida antes de la Revolución transcurrió en la miseria y después fue a salto de mata tras convertirse en bandolero y cometer numerosos actos de abigeato.
Sin embargo, tras ser reclutado por Abraham González para iniciar el levantamiento armado del 20 de noviembre de 1910, llegaría a marcar el rumbo que tomó la Revolución mexicana.
Clave en la toma de Juárez en 1911, que propició la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, y pieza fundamental para derrotar al usurpador Victoriano Huerta con las tomas de Torreón y Zacatecas y en el ente político como gobernador de Chihuahua.

De bandido a general
A mediados de abril de 1911, Villa y Pascual Orozco se encontraron en las afueras de Ciudad Juárez. Sus seguidores la sitiaron y obligaron al gobierno porfirista a instalar una mesa de negociaciones con Madero.
Mientras se trataba, Estados Unidos advirtió que de desatarse un conflicto armado en esta zona, se vería obligado a intervenir, por lo que Madero decidió retirar sus tropas, pero Villa y Orozco desobedecieron y atacaron Juárez.
“Debemos atacar la plaza, pues si nos retiramos sin intentarlo siquiera, después de tantos días de haber permanecido aquí con ese objeto, la gente nos va a tachar de cobardes”, dijo Villa a Orozco antes de la batalla.
El 8 de mayo inició el combate, que concluyó el 10 de ese mismo mes. La caída de la dictadura fue cuestión de días tras la firma de los Tratados de Juárez.
Meses después, tras ser nombrado Madero presidente de México, Villa fue incorporado al ejército federal, subordinado a Victoriano Huerta, quien conspiró para asesinarlo, lo hizo prisionero y estuvo a punto de fusilarlo.
Ayudado por un empleado de la prisión, Villa huyó de la cárcel al extranjero y se refugió en El Paso, Texas, donde mantuvo correspondencia con Abraham González y con él mismo Madero, advirtiéndole a éste de la conspiración que se fraguaba en su contra.
Al darse el golpe de Estado en febrero de 1913, Villa ingresó a México por el Valle de Juárez, amaneció en Samalayuca en la hacienda de El Ojo de la Casa y posteriormente siguió hasta la hacienda de El Carmen, en Buenaventura; El Saucito, en Rubio; y a la semana se encontraba en San Andrés.
En cada pueblo, rancho o hacienda se le sumaban centenares de hombres con los que fue armando un ejército, con el cual pronto estaría atacando Chihuahua capital y con los cuales crearía después la División del Norte.
Tras simular ataques sobre la capital logró capturar un tren que jalaba góndolas de carbón que fue vaciado para embarcar y transportar 2 mil tropas con rumbo a Ciudad Juárez.
En el trayecto, utiliza el telégrafo para engañar al enemigo, envía mensajes a la guarnición federal juarense que indicaban que el tren había sido atacado y necesitaba retornar a la frontera con su carga de carbón.
En cada estación de telégrafos, se enviaban reportes y se pedía autorización para avanzar.
Al anochecer, el tren ingresó a la ciudad, los soldados de Huerta se encontraban de fiesta, confiados, en los bares y pocos defendían el cuartel, por lo que al descender del tren las tropas revolucionarias, no encontraron oposición y sin disparar un tiro, sometieron a los defensores de la plaza que esperaban la llegada de un tren cargado de carbón.
Las tropas huertistas intentarían recuperar Juárez pero serían destrozadas en la batalla de Tierra Blanca, en un punto cercano a Samalayuca, donde actualmente se encuentran las antiguas garitas de la Aduana del kilómetro 30 de la carretera Panamericana.
De acuerdo con historiadores, ese combate facilitó la toma de la capital y Ojinaga, apoderándose Villa de todo el estado. Después vendrían la batalla de Torreón y la toma de Zacatecas.
No obstante las victorias, las relaciones entre el primer jefe, Venustiano Carranza, y el mítico general duranguense, se hallaban lejos de ser cordiales.
Los desacuerdos propiciarían que se rompieran los esfuerzos por reconstruir el gobierno mexicano a través de la Convención de Aguascalientes, y México entrara en un nuevo período de guerra civil, en el que Villa saldría derrotado junto con la División del Norte, que sería destrozada en las batallas del Bajío por el general Álvaro Obregón.
Villa se convertiría nuevamente en guerrillero, atacaría Columbus, Nuevo México, y provocaría la intervención estadounidense.
Como guerrillero estaría nuevamente “a salto de mata” y nunca lograría recuperar los días de gloria.
Finalmente bajo el gobierno de Adolfo de la Huerta, se rendiría y a cambio recibiría para él y sus soldados, una hacienda en Canutillo, Durango, cerca de Parral, la cual convertiría en ejemplo de producción.

La emboscada
Aquel día, el general se encontraba de buen humor, manejaba él mismo su vehículo, bromeaba con sus escoltas y con su secretario, relata, Friedrich Katz.
Desde principios de julio Villa había decidido ir a Río Florido, un pueblo cercano a Canutillo, con la intención de acudir a bautizar al hijo de un amigo, pero antes haría una escala en Parral para visitar a Manuela Casas, una de sus esposas que vivía en un hotel de su propiedad, donde de paso arreglaría también asuntos de negocios.
A pesar de que conocía de conspiraciones para asesinarlo, algunas de ellas frustradas por él mismo, en esa ocasión se confía debido a que creía estar en buenos términos con Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
Por eso, cuando se dirigió a Parral, dejó de lado a la escolta de 50 hombres que siempre lo acompañaban en sus viajes al salir de Canutillo y solo fue escoltado por cinco, incluyendo el general Trillo y su asistente Daniel Tamayo.
El 10 de julio al atravesar Parral para dirigirse a Río Florido, el grupo armado comandado por el coronel Jesús Salas Barraza, diputado local de Durango y Melitón Lozoya, estuvo a punto de asesinarlo. No dispararon porque decenas de niños que salían de una escuela en el lugar se atravesaron.
Sin embargo, 10 días después, tras recoger un dinero, Villa se dirige a Canutillo a bordo de su automóvil. Antes de dar vuelta por la calle Gabino Barrera, un hombre que después fue identificado como Juan López, se quita el sombrero de palma, agita la mano y grita “Viva Villa”, el viejo grito de guerra de la División del Norte.
El saludo, era la señal para que el grupo armado actuara al disminuir la velocidad el vehículo para dar vuelta en la esquina.
Villa disminuye la velocidad, pero al pisar el clutch para meter el cambio y virar a la derecha, es sorprendido por sus asesinos desde viviendas donde se ocultaban desde días atrás.
Los proyectiles disparados destrozan los cristales del auto y acribillan a Villa para quitarle la vida al instante.
Las balas también alcanzan a Trillo y al asistente Daniel Tamayo. Los tres escoltas quedan heridos, uno de ellos, Rafael Medrano, es herido en una pierna y un brazo, finge su muerte escondiéndose debajo del auto, pero lo descubren y lo matan.
Ramón Contreras, busca refugio en un puente cercano desde donde saca su arma y mata a uno de los agresores. Claro Hurtado intenta bajar al río, pero la salida estaba cerrada y fue asesinado.
El auto que presentaba más de 40 impactos de bala, fue inspeccionado por los agresores que le dan el tiro de gracia al general, luego huyeron.
Su cuerpo nunca ocuparía el mausoleo en el panteón de la Regla, en la ciudad de Chihuahua, tal y como él quería. Fue sepultado en Parral.
(Fuentes: Pancho Villa, Fiedrich Katz; Pancho Villa, Retrato Autobiográfico; Pancho Villa, Paco Ignacio Taibo; La División del Norte, Pedro Salmerón; www.inehrm.gob.mx; www.sedena.gob.mx).

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