Luz del Carmen Sosa/
El Diario
Ahumada— Sentados sobre la vía del ferrocarril, Alfredo Gutiérrez Esparza, de 56 años, y Leonardo Olivas, de 8 años, fueron los primeros en bloquear el paso del tren.
Era el tercer día consecutivo de protestas por el alza de los combustibles y su acción de resistencia civil consistió en sentarse sobre los durmientes de madera del ferrocarril.
Otros tomaron las casetas de cobro para que los usuarios transitaran sin hacer el pago.
Originario de Buenaventura, Alfredo dice no tener gasolina desde hace varios días.
"A finales de diciembre me vendieron sólo 500 pesos y después de cargar, pusieron las cadenas porque se acabó la gasolina", narra.
El noroeste del estado es la parte más afectada por el desabasto del combustible; sin embargo, en ejidos como Flores Magón dejó de venderse desde el día 30 de diciembre y fue hasta el 3 de enero que resintieron el aumento de casi tres pesos el litro, que ahora cuesta 16.59 pesos la Magna.
"Ya no tengo gasolina", asegura Alfredo, quien ha procreado 14 hijos, siete de ellos radicados en Juárez.
El sol es benévolo con los manifestantes, que pese a estar acostumbrados al extremoso clima desértico, se sienten menos apabullados bajo el calorcito.
Este miércoles optaron por comer burritos y no hacer “discadas” al aumentar también el gas butano que regularmente usan bajo el disco.
"Estamos aquí porque no tenemos de otra, somos pobres y no tenemos con qué trabajar", suelta el campesino de piel morena curtida por el sol y quien se dedica al cultivo de chile colorín, el maíz y el sorgo, entre otros productos.
Hoy la bolsa de chile se vende en 28 pesos y cada elote cuesta 4.50 pesos, el mismo precio del año pasado, pues están soportando costos para no afectar más la economía familiar.
"Nosotros salimos tablas, apenas queda para volver a sembrar", dice Fredy.
Leonardo, a pesar de su corta edad, parece entender la lucha que sostienen los adultos –campesinos- de Buenaventura.
La escuela, aunque gratuita, no le es tan redituable como ayudar a su familia en las labores del campo, explica el niño.
Por eso, desde muy temprano acompaña al hombre que ve como su padre y junto a él se sienta sobre las vías del tren.
Al menos este día, juntos, detuvieron al armatoste de hierro.
"Nosotros vivimos al día, si no tenemos combustible no trabajamos, así nomás", dice el hombre que en la década de los ‘90 llegó a comprar 20 litros de diésel por 50 pesos.
Ahora paga 300 pesos por la misma cantidad del combustible.
"A eso agregue los fertilizantes, la luz, el agua, por eso el campo de está muriendo", asegura mientras saliva el papel del cigarrillo sin filtro y escupe la greña del tabaco que se atora en sus labios.
El hombre mayor se describe de oficio agricultor, pero activista social de corazón, pues prefiere dejar su rancho y estar en el bloqueo… Luchando.
"Nosotros no somos anarquistas, somos luchadores sociales, nosotros queremos que nos apoye el gobierno, no queremos estar contra el gobierno", reflexiona.
"El campo está caído por culpa del gobierno, por los corruptos que hay en el gobierno, tienen que apoyar al campo", dice el agricultor que en dos días ha comido gracias al dinero que los usuarios de la caseta de peaje tomada aportaron en forma voluntaria para comprar alimentos y bebidas.