Estado

Herederos de la violencia

Salud Ochoa/
El Diario

2016-08-28

Chihuahua— Brandon tiene siete años y aún no entiende las razones de la ausencia de su padre y del por qué, a partir de entonces, su vida ha cambiado por completo. La ropa que lleva está en mal estado, camina descalzo porque no tiene zapatos, come poco y espera algún día aprender a leer y convertirse en policía.
Nunca ha ido a la escuela y quizá no pueda hacerlo porque pareciera que las circunstancias se confabulan en su contra: el “sistema” dice que es mayor para cursar el primer grado de primaria, su madre carece de recursos económicos y su padre se esfumó de la faz de la tierra hace un año junto con otros seis hombres sin que la autoridad hasta ahora tenga una respuesta sobre su paradero.
Brandon no sabe eso porque en las noches, mientras duerme a ras de suelo con su hermano Abraham y cinco personas más, sueña que su padre regresa, que él viste un uniforme escolar y ha aprendido a leer el libro viejo que yace en el piso.
Él no sabe que es hijo de uno de los mil 800 desaparecidos (cifra oficial) que hay en Chihuahua y que para ir a la escuela, hay que convencer al citado “sistema” de que tiene derecho a la educación.
Si la oportunidad no llega, ¿A dónde irá entonces? ¿A la calle a limpiar vidrios? O ¿se convertirá en presa fácil de la delincuencia? Brandon tampoco sabe eso porque sólo es un niño y no entiende de política o de leyes, sin embargo, la cara más dura de la inseguridad y la violencia le da una lección cada día.
Abraham por su parte, tiene conciencia de lo ocurrido con su padre pero sus ojos se cristalizan y la voz se muere cuando intenta decir que aún lo extraña.

Una historia de dolor

El 22 de agosto de 2015, Miguel Reyes Martínez –padre de Brandon y Abraham-, salió de Villa Ahumada junto con seis compañeros –entre ellos su yerno Ramón García– hacia la comunidad de Lebarón, municipio de Galeana, donde trabajaban instalando una antena de comunicación para la Fiscalía General del Estado. Viajaban en una camioneta Ford modelo 95 con placas EA82111. Horas después, avisaron a la familia que habían llegado bien al campamento donde permanecían los 20 días de labores. El 29 de agosto fue la última vez que hubo comunicación con ellos y a partir de entonces, se perdió el contacto por completo, quedando en calidad de “desaparecidos”.
La familia supo que algo andaba mal cuando Claudia llamó a Ramón y éste no contestó.
“Estuve llamando y no me respondía. La última vez que marqué descolgaban el teléfono y luego lo apagaron. Lo mismo sucedió con mi papá. Mi cuñada fue al campamento y sólo encontró su ropa y basura tirada, ellos ya no estaban”.
Entre lågrimas y una fotografía tamaño infantil en la mano como único recuerdo, Verónica Leos –esposa de Miguel y suegra de Ramón– dice que la situación ha sido muy difícil porque su esposo era quien se hacía cargo de todos los gastos y tanto ella como Claudia, no han podido conseguir un empleo fijo debido a que no cuentan siquiera con estudios de primaria.
“Nos las hemos visto negras. Yo trabajo una o dos veces por semana limpiando casas pero saco 150 ó 200 pesos y Claudia trabaja los fines de semana limpiando también”.
Por el momento, los gastos de la casa –donde viven 12 personas– los cubren su hija mayor y su esposo quienes obtienen un ingreso aproximado de mil 500 pesos por semana.
“No tengo dinero para inscribir a los niños en la escuela. Brandon nunca ha ido y Abraham cursaba el 5to año pero tuve que sacarlo. Los niños de Blanca si van a la escuela porque la suegra les apoya. Necesito un trabajo para sostener a mis hijos”.
Y es que de acuerdo con las dos mujeres, luego de interponer la denuncia, la familia fue enviada a casa de sus padres en la zona rural de Durango sin recibir apoyo de ningún tipo. Posteriormente, ante la intervención de organizaciones civiles, el grupo fue trasladado a Chihuahua donde la Fiscalía rentó una casa para ellos. Sin embargo, abandonaron esa vivienda para regresar a Villa Ahumada y buscar un empleo para poder sobrevivir.
“La Fiscalía nos trajo y nos rentó una casa pero nos ayudaban sólo con la renta por eso nos fuimos. Claudia consiguió trabajo en una maquila de Juárez y yo me fui a ayudarle con las niñas”. Pasados unos meses la familia regresó a Chihuahua y se instaló en la casa de Blanca por la que pagan 1,500 pesos mensuales de renta y que cuenta con una habitación, un baño, una cocina y una estancia minúscula. Allí habitan 12 personas, cuatro adultos y ocho niños.

sochoa@diarioch.com.mx

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