Estado

Menonitas preparan el éxodo

New York Times News Service

2015-11-17

Riva Palacio, Chihuahua— A la orilla de una alta planicie bordeada por escarpadas colinas de arenisca, la pequeña granja de Johan Friesen es testimonio de la previsión rural de su pueblo menonita.
Pulcros predios de cebolla, soya y maíz se extienden detrás de la casa de concreto y adobe. En el patio, varias docenas de vacas se encuentran en un corral, listas para ser ordeñadas, mientras que una segadora color canario espera ser reparada. Pero por debajo de este valle de ordenadas granjas situadas en el centro del estado de Chihuahua, el panorama es menos sereno, aseguran funcionarios y agricultores.
Las reservas subterráneas las han vaciado cultivos que requieren mucha agua, como el maíz, que constituyen el pilar de éxito menonita, dicen. La competencia por el agua de la superficie –la cual funcionarios han advertido que en 20 años podría agotarse– ha vuelto tensas las relaciones entre los pacifistas menonitas que hablan alemán y otros agricultores y, de vez en cuando, desatado violencia.
Mientras California recurre al agua subterránea y Arabia Saudita renta en Arizona terrenos debido a que sus mantos acuíferos están vacíos, Chihuahua realizó un estudio el costo de usar un recurso en exceso y de las tensiones que surgen cuando se vuelve escaso.
México asistirá a la cumbre mundial sobre el cambio climático, que comienza el 30 de noviembre en París, con una de las leyes más ambiciosas a nivel mundial para restringir las emisiones contaminantes y una profunda comprensión respecto a los efectos de un clima que está cambiando: sequías severas, lluvias erráticas, inundaciones y tormentas de granizo.
En Chihuahua, casi un siglo después de que los menonitas anabautistas llegaron desde Canadá y para transformar este valle en una frondosa alfombra de cultivos, cientos están canjeando la tierra a la cual llaman hogar por una donde los terrenos sean más baratos y el agua más abundante.
“La gente dice que el agua va a acabarse”, dijo Friesen, de 44 años, quien la próxima primavera se sumará a 25 familias menonitas que han fundado una nueva colonia en el centro de Argentina. “Sin agua no puede cultivarse nada”.
Santa Rita, en el corazón menonita mexicano, es una colonia conformada por casas de un piso y techo de dos aguas, jardines podados y calles rectas –un mundo de distancia de la población mexicana típica.
En un reciente sábado, tal vez el ruido más fuerte era el de una podadora, manejada por una joven mujer que traía vestido largo y sombrero de paja.
Sin embargo, a pesar de su buena labranza los agricultores menonitas han sido consumidores pródigos de agua subterránea, señalan expertos.
“En Chihuahua el agua ha sido fuente de riqueza y, mientras dicha riqueza dure, la gente no piensa en cuánta está usando”, dijo Arturo Puente González, economista agrícola.
No obstante, fue “muy injusto” culpar a los menonitas de los problemas de agua que se padecen en la región, opinó Kamel Athié Flores, director en Chihuahua de la Comisión Nacional del Agua, Conagua, que regula el suministro.
Athié mencionó que los habitantes urbanos y los grandes predios no menonitas que producen manzana y nuez son también cultivos que usan grandes cantidades de agua.
Cornelius Banman, agricultor de la colonia Manitoba, ubicada aproximadamente a 80 kilómetros (50 millas) de Santa Rita, aseguró que nadie se quejó sobre los productores de nuez porque son de ascendencia mexicana y, a diferencia de los menonitas, quienes no votan, tienen poder político.
“A nosotros nos ven como extranjeros”, dijo.

Viven en su mundo

Los menonitas viven apartados en sus colonias y rara vez se casan con alguien ajeno a su comunidad, aunque pagan a sus trabajadores salarios por encima del promedio. Los más conservadores evitan la electricidad y dispositivos que los vincularían con el mundo externo.
Otros usan Whats-App, una aplicación de mensajería, e investigan por Internet los precios de las tierras, pero desalientan distracciones como Facebook.
Las mujeres hablan muy poco español, mientras que a los niños se les cría para una vida rural “saludable”, asistiendo hasta octavo grado a escuelas menonitas.
Los menonitas empezaron a perforar pozos para riego en los años 80, informó Víctor Quintana Silveyra, sociólogo en la ciudad de Chihuahua que ha estudiado el consumo local del agua. Al crecer su población –se calcula que son 60 mil– usaron créditos de bancos menonitas para adquirir tierras en el desierto e instalar sistemas de riego.
A partir de 2000, en Chihuahua se ha duplicado la tierra de riego, hasta alcanzar alrededor de 520 mil hectáreas, y los agricultores están extrayendo agua a ritmo “de explotación”, dijo Quintana.
Los agricultores señalaron que en la actualidad hace falta perforar pozos tres veces más profundos que hace 20 años, obra que algunos no pueden costear. A fin de frenar la extracción, en 2013 el Gobierno determinó que todos los pozos nuevos requieren permiso.
“Puedo ver la razón, mientras yo viva, cuando se acabe el agua de aquí”, dijo Luis Armando Portillo, agricultor presidente del Comité Técnico de Agua Superficial en Ciudad Cuauhtémoc.
Un grupo de activistas conocido como El Barzón ha hecho campaña con el fin de clausurar los pozos ilegales y abrir las presas situadas en tierras menonitas.
Joaquín Solorio, activista de El Barzón cuyos padres tuvieron que vender su ganado cuando se secó su pozo, localizado junto a una granja menonita, dijo que el grupo había presentado quejas sobre uso ilegal del agua. “No son nada más los menonitas”, aseguró.
Defender los derechos al agua puede resultar fatal en Chihuahua, donde se confunden los nexos entre el crimen organizado, la minería y la agricultura. Alberto Almeida Fernández, un expolítico que protestó por los pozos ilegales y por un proyecto minero canadiense, fue asesinado en febrero.
En 2012 murieron otros dos activistas, el hermano y la cuñada de Solorio. La Policía aún no resuelve los crímenes, mientras que integrantes de El Barzón –tres de los cuales tienen protección policial– descartan algún vínculo menonita. Pero los decesos han incrementado las tensiones.
“Uno piensa en comprar tierra, y luego piensa, ‘no quiero problemas’”, dijo Johan Rempel, un líder de la colonia Manitoba que anda buscando en el extranjero tierras para cerca de 100 familias.
En ciertos sentidos, la migración menonita es otro giro de la historia. Los que se fueron de Canadá a México habían huido de la persecución en Rusia. Con el transcurso de los años, algunos se establecieron en otras regiones de México, mientras que grupos conservadores rompieron con las colonias mexicanas y se mudaron a Bolivia, Paraguay y Belice.
Pero ahora que los agricultores más jóvenes afrontan presiones nuevas –dificultades para obtener permisos para los pozos, precios por las nubles de tierras de riego– algunos pronostican que tratarán de encontrar terrenos en otro lugar.

Buscan nuevos horizontes

Alrededor de 50 de las 300 familias que viven en la colonia de Friesen, Santa Rita, partirán hacia la provincia argentina de San Luis, dijo Abraham Wiebe Klassen, el líder de la colonia. Otras colonias han buscado tierras en Rusia y en Colombia.
La percepción de que los menonitas se identifican más con su cultura que con su país irrita a otros agricultores.
“Su mundo está en todas partes”, dijo Portillo. “Llegan, trabajan la tierra y cuando necesitan más, se van”.
“Ésta es mi tierra”, añadió. “Aquí están enterrados mis muertos. Yo no me iré”.
Abraham Wiebe Wiebe, quien se preparaba para salir hacia Argentina con su esposa e hijo, no está de acuerdo. “Soy 100 por ciento mexicano”, indicó.
Sentado en su cocina mientras su esposa saca del horno galletas, Wiebe de 49 años, señaló que ha “perdido mucho el sueño” por la partida. “Pero nuestros hijos no tienen un futuro aquí”, lamentó.
Varios menonitas dedicados a la tierra expresaron su escepticismo sobre la sequía en Chihuahua. El agua la da Dios, dijo uno de ellos, y sólo Dios puede quitarla.
“¿Que el agua no tiene un ciclo?”, preguntó Wiebe. “La extraen de los pozos, y luego cae del cielo”.
Otros son menos optimistas. Nicolas Wall, un menonita que trabaja 283 hectáreas (700 acres) de maíz con su hermano, se preocupa de que no haya suficiente agua para que sus hijos trabajen la tierra.
“Creo que habrá un fin a esto en algún momento”, dijo Wall. “¿Pero cuándo?”. El problema real reside con el gobierno, según coinciden granjeros y expertos. La comisión del agua es una “madriguera de corruptos”, asegura Klassen, una dependencia donde sus funcionarios se tardan años en procesar permisos y venden permisos para extracción de agua por miles de dólares.
Athié no niega la corrupción, pero señaló que el problema es “más viejo que Jesús”.
Puente señaló que México necesita iniciar un debate nacional. Los habitantes están recurriendo a otras fuentes de energía, aseguró, añadiendo: “Pero no hay una alternativa para el agua. El agua es el agua”.
Friesen canjeará tales preocupaciones por el reto de iniciar una vida nueva en las 101 hectáreas (250 acres) que adquirió en Argentina. Los que se han adelantado ya han edificado casas y comprado ganado, refirió. Tres bebés han nacido allá.
Aunque es difícil dejar la “patria”, como expresa Friesen, sus cinco hijos “echarán raíces” en el nuevo lugar. De pie, enseguida de su esposa Gertruda que ordeña a la vaca, esboza una sonrisa.
“Vamos a recrear exactamente el mismo mundo allá que hemos construido aquí”, aseguró.

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