Estado

Calculan que hay más de 8 mil huérfanos a causa del crimen

Lourdes Díaz López
El Diario de Chihuahua

2015-04-26

Chihuahua— Lupita de 8 años, cuyo nombre fue cambiado por su derecho al anonimato y su hermana Flor Elena, de 19, se quedaron sin padre hace cinco años en que fue asesinado.
Junto con sus dos hermanos mayores y su madre, la familia abandonó su comunidad de origen, El Porvenir, municipio de Guadalupe y Calvo, en busca de una mejor vida.
Como estas niñas, hay por lo menos 8 mil 318 menores en el estado que pertenecen a 4 mil 212 familias y que padecieron una situación similar, los peores casos son los de 60 niños que se quedaron sin papá y sin mamá, a consecuencia de “ejecuciones”, de acuerdo con el padrón del programa “Fideicomiso de Atención a Niños Víctimas de la Violencia” (Fanvi) de la Fiscalía General del Estado y DIF estatal.
Donde más niños se han quedado sin padres son Juárez y Chihuahua, con 2 mil 961 y mil 997 respectivamente, debido a que son las dos ciudades más habitadas del estado, sin embargo, en el municipio de Guadalupe y Calvo, hay un registro de 429 niños que han solicitado el apoyo del Fanvi por estar huérfanos de padre o madre, o de ambos.
Este registro, es de los menores que se han quedado sin padre, exclusivamente por causas de homicidio violento, es decir, que han sido “ejecutados” en los últimos 7 años, lapso en el que un promedio de 40 menores por mes se quedaron en la orfandad.
Guadalupe y Calvo, tiene una población de apenas 53 mil 499 habitantes de acuerdo con el censo del INEGI, el cual cuenta con una tasa de mortalidad por homicidio muy similar al municipio de Hidalgo del Parral por ejemplo, donde habitan más del doble de personas con 107 mil habitantes y la cantidad de niños huérfanos a consecuencia de la violencia es de 470.
Cada historia tiene su particular complejidad. Magdalena, la madre de Lupita decidió tomar a su familia y emigrar a la ciudad de Chihuahua, a fin de alejarlos del clima de violencia que se vivía en su comunidad y ofrecerles una mejor opción de vida.
Abandonó casa, tierras y ganado, ahora ella y sus hijos son empleados de una maquiladora en la capital del estado.
“En mi rancho vivíamos más de 80 familias, pero ya de plano no se podía vivir ahí; ahora está prácticamente solo, abandonado el pueblo”, comenta.
Esta madre de familia, no quería que sus hijos siguieran el camino de la mayoría de los habitantes de aquella zona, donde lo normal para los varones es terminar la secundaria, o la preparatoria en el mejor de los casos y luego dedicarse a la siembra de enervantes, que es visto “como lo normal que todos hacen”, actividad que ella considera que tarde o temprano tiene dos destinos: la cárcel o la muerte.
Sus hijos se resistían a emigrar y tenían mucho coraje por la muerte de su padre, pero ella insistió en que su padre había sido víctima de su propia decisión y por tanto no era culpa de nadie que lo hubieran matado, pues en estado de ebriedad fue y se metió donde no debía, relata la mujer.
“Le dije mucho que la justicia se la dejáramos a Dios”, exclama.
Y agrega que como había criado a su familia muy cerca de la iglesia, la fe les fue de mucha utilidad para sobrellevar esta situación y no empeorar las cosas con algún acto de venganza.
La niña de 8 años es beneficiaria del programa Fanvi, pero como todos los programas es una ayuda, no una solución, considera la madre de la menor, y ahora lo que más necesita es una guardería, para poder trabajar más horas.
Al cuestionar a Lupita sobre lo que necesita, ni siquiera le pasó en su mente la posibilidad de un juguete, inmediatamente dijo que ropa talla 10 y zapatos número 22.

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