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Llegó mexicana a élite de Wall Street… ¡con papeles falsos!

Agencias

2015-03-01

Nueva York— Julissa Arce estaba viviendo el sueño americano. Pero también estaba viviendo una mentira.
La superestrella de Wall Street era una inmigrante mexicana utilizando documentos falsos, a sabiendas de que en cualquier minuto podría recibir esa llamada de atención que le pondría fin a todo.
Por un lado, ella era una típica estudiante destacada de la ciudad de Nueva York, ganando grandes cantidades de dinero vendiendo acciones derivativas a la gente acaudalada. Sus colegas la veían como una brillante, determinada, y ambiciosa mujer.
Pero era más decidida de lo que todos ellos podrían imaginarse, tras haber trabajado al frente de un puesto de comida con sus padres inmigrantes hasta llegar a ganar una fortuna en la gestión privada de ganancias en Goldman Sachs y como directora de Merrill Lynch. Bloomberg la llamó “La perfecta Goldenamita”.
La increíble historia de Julissa comenzó cuando arribó a San Antonio Texas, a la edad de 11 años, hablando muy poco inglés. Había estado viviendo con su abuela en Taxco, México, pero se mudó a Estados Unidos para vivir con sus padres, quienes tenían un puesto de comida en la plaza, donde vendían buñuelos.
Su mamá y su papá no hablaban inglés, pero Julissa aprendió a hablarlo fluidamente en el transcurso de un año cuando comenzó a ir al sexto grado, según le dijo a la revista Elle.
Era una excelente estudiante y miembro de una gran variedad de equipos escolares: basquetbol, softbol, campo traviesa, el consejo estudiantil y el Club del Renacimiento.
Hoy en día, según lo reveló en una entrevista a Bloomberg, hace Crossfit y puede levantar hasta 68 kilos de peso sobre su cabeza. “Se tiene que tener una personalidad muy fuerte”, dijo. “Este tipo de entrenamiento no me va a vencer. Yo lograré vencerlo”.
La madre de Julissa veía la educación como una prioridad, y luchó mucho para que su hija se quedara en la escuela, incluso cuando la familia constantemente entraba en conflicto con la administración debido a que no podían pagar la colegiatura. “Mis padres creían en el sueño americano”, según le dijo Julissa a Elle.
Pero no fue tan fácil. A los 14 años, la visa de turista de Julissa se venció. La habilidosa adolescente sugirió que la familia de una amiga la adoptara, o pagarle a un ciudadano estadounidense homosexual que se casara con ella. Su familia se rehusó.

El éxito parecía ser
la única opción

“Se me metió esta idea en la cabeza de que si trabajaba para llegar a alcanzar esta riqueza y este estatus, el que fuera indocumentada no importaría”, dijo. Pensaba que si tenía mucho dinero sería aceptada”.
Se graduó como miembro de la Sociedad Nacional de Estudiantes con Honores y entre el 10 por ciento de los mejores promedios de su generación, pero no contaba con los documentos para entrar a la universidad. De todas maneras llenó la aplicación, dejando el espacio donde iría el número del seguro social en blanco, razón por la que fue rechazada.
Luego, cuando tenía 17 años, su madre sufrió un daño cerebral luego que una freidora en el puesto de comida de la familia explotara. Fue el trabajo de Julissa, traducir lo que el doctor les dijo.
“Todo mi mundo parecía venirse abajo”, dijo. ‘Pero mi madre, el pilar de mi familia, ahora enfrentaba a la muerte. La resistencia de mi madre y el hecho de que se rehusara a morir, me dieron el coraje para seguir adelante”.
Fue con algo de suerte y con su inquebrantable voluntad que encontró la respuesta. Julissa había estado al tanto del progreso de un proyecto de ley que les permitiría a los estudiantes indocumentados en Texas pagar colegiatura de residente estatal si estos se habían graduado de alguna escuela en el estado. Tal proyecto de ley fue aprobado el día que ella se graduó.
Se contactó con el patrocinador del proyecto de ley, Rick Noriega, y su secretaria, Linda Christofilis, le ayudó a Julissa a colaborar con la Universidad de Texas en Austin, una de las universidades que la habían rechazado. A una semana de que comenzaran las clases. Julissa estaba inscrita.
Sus padres, y su hermano menor regresaron a México para que su madre recibiera tratamiento médico, y Julissa pagó su universidad pasando sus vacaciones trabajando en el puesto de comida de su familia.
Luego vino el desastre, cuando se realizaron trabajos de renovación en San Antonio, Julissa perdió el permiso de comerciante para seguir trabajando en el puesto de comida. Necesitaba un empleo para seguir asistiendo a la universidad. Por lo que se puso a investigar y consiguió una visa de residente falsa.
Utilizó sus documentos falsos para trabajar en servicio al cliente por las noches y los fines de semana para una compañía de tarjetas de débito e hizo un internado para un equipo de Soccer de la Liga Nacional.
En el 2004 consiguió hacer un internado de verano en Goldman Sachs, una oportunidad tan competitiva que había 17 mil solicitantes para 350 puestos de analistas en el 2013. A ella le pidieron que regresara una vez que se graduara de la universidad en el 2005.
“Julissa es el tipo de persona que una firma de Wall Street busca”, según dijo Jodi Salsberg, ex compañera de trabajo, a Bloomberg. “Alguien que tiene un increíble empuje, que trabaje muy duro y que sea fuertemente leal”.
Fue ascendida a asociada, y halagada por su infranqueable voluntad de ir en busca de oportunidades y su habilidad para conseguir información de gran importancia.
Pero Julissa admite que vivía aterrada. “No me siento muy bien”, según escribió en su diario en julio del 2008. “Siento el estrés en mi estómago, en cada uno de mis músculos”.
Sus colegas le sugerían que adquiriera experiencia internacional. Ella se rehusó. Cartas oficiales comenzaron a llegar, en relación a sus declaraciones fiscales. Ella las escondió en una alacena.
En el 2007, su padre murió y ella no pudo estar con él. Su novio le propuso matrimonio.
Para el 2011, ella estaba ganando alrededor de 400 mil dólares y había sido ascendida a vicepresidente.
Se casó con un ciudadano estadounidense y obtuvo una visa de residente de verdad.

Pero se sentía vacía

“Me había perdido a mi misma al mismo tiempo que intentaba encajar, cuando finalmente obtuve mi visa de residente en el 2009 y recibí el más importante ascenso de mi carrera, no tenía ni idea de quién era yo”, dijo.
Renunció a Goldman y comenzó a viajar, se puso un tatuaje que decía “redimida”, abrió un blog y se separó de su esposo. Se unió a Merrill Lynch pero no se sentía bien.
No fue hasta que vio en el 2013 el documental Documented que encontró una nueva causa.
Se contactó con la estrella del documental, José Antonio Vargas, un ganador del Premio Pulitzer, quien reveló que era un inmigrante indocumentado en un ensayo que fue publicado por el New York Times en el 2012.
“Mi vida en una película, simplemente me sentí inspirada”, dijo Julissa. “Básicamente me puse a acecharlo”.
Ahora ella hace campaña a favor de los derechos de los inmigrantes indocumentados, tratando que librarlos de la etiqueta de “ilegales”.
En marzo, Julissa, ahora de 31 años, y siendo ya una ciudadana estadounidense, se mudará a California para fungir como directora de desarrollo para Define American, la organización no lucrativa de Vargas.
Goldman ahora verifica la información de las personas que solicitan un empleo y la compara con los archivos del gobierno, de acuerdo a las fuentes de Bloomberg.
Pero el director ejecutivo, Lloyd Blankfein dijo en un comunicado: “¿No sería grandioso poderles dar un hogar a más gente talentosa y joven que llega a este país en busca de una educación y que quieren utilizar toda su energía y habilidades para darle apoyo a nuestra economía?”
Si hay alguien que puede cambiar el mundo, es ésta chica.

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