The New York Times
2018-02-04
Nueva York– El problema de mirar nuestros dispositivos sin cesar es tanto social como fisiológico. La cabeza del ser humano promedio pesa entre 4.5 y 5.5 kilos y, cuando la inclinamos para revisar Facebook, la fuerza gravitacional y la carga en el cuello aumentan hasta una presión de casi 27 kilos. Si esa posición es continua, ocasiona una pérdida progresiva de la curva cervical de la columna vertebral.
El síndrome del “cuello de texto” se está convirtiendo en un problema médico que un sinnúmero de personas está padeciendo, pero la forma en la que dejamos colgar la cabeza también representa otros riesgos para la salud, según un artículo publicado el año pasado en la revista The Spine Journal.
Está demostrado que la postura influye en el estado de ánimo, la conducta y la memoria, y que encorvarse con frecuencia puede hacer que nos sintamos deprimidos, según el Centro Nacional para la Información Biotecnológica. Nuestra postura influye tanto en la cantidad de energía de la que disponemos como en el desarrollo óseo y muscular, e incluso en la cantidad de oxígeno que reciben nuestros pulmones.
La ceguera por falta de
atención es un problema
Los expertos afirman que la conducta de estar “siempre conectado”, a la que contribuyen los teléfonos inteligentes, hace que nos alejemos de la realidad. Y además de las consecuencias en nuestra salud, si nos mantenemos con la cabeza gacha, nuestras habilidades comunicativas y buenos modales también se verán afectados. Pero, irónicamente, no es así como la mayoría de nosotros nos percibimos.
Dijo que estas interacciones con la cabeza gacha nos alejan del presente sin importar a qué grupo pertenezcamos. Y no se trata de un problema que solo atañe a la juventud: está arraigado, es aprendido, emulado y repetido en gran parte imitando a los adultos. Cuando los niños ven a sus padres con la cabeza agachada, imitan esa acción. En consecuencia, hay una pérdida de pistas no verbales que puede mermar el desarrollo.
“Cada vez sucede con más frecuencia que dejamos de hablar con nuestros niños”, comentó Way. “Los ponemos frente a la tecnología cuando son pequeños y cuando somos mayores, quedamos absortos en ella”.
Afecta a todas las edades
Un estudio de 2010 demostró que los adolescentes entre los ocho y los 18 años pasaban más de 7.5 horas al día consumiendo medios digitales. Desde entonces, nuestras adicciones digitales han continuado definiendo nuestra vida en ciertas formas: en 2015, el Centro de Investigaciones Pew reportó que el 24 por ciento de los adolescentes están en línea “casi de manera permanente”.
Uno de cada cuatro accidentes en Estados Unidos se debe al envío de mensajes de texto.
Investigadores de la Universidad de Míchigan aseguran que los niveles de empatía se han desplomado mientras que el narcisismo se ha disparado, lo que afecta el desarrollo emocional, la confianza y la salud cada vez que pegamos la barbilla al pecho y colgamos la cabeza como avestruces humanas.