Economia

El auge del aguacate pone en peligro el hogar de las mariposas monarca

The New York Times

2017-04-11

Aputzio de Juárez, Michoacán— Las colinas volcánicas que se ciernen sobre Aputzio de Juárez han comenzado a llenarse con las nubes de mariposas monarca que regresan cada año para el tramo invernal de su célebre y arriesgada migración.

Pero colina abajo, lejos del refugio montañoso de las monarca, una nueva amenaza acecha su hábitat invernal en los bosques de pinos y robles que rodean a este pequeño pueblo agrícola: el deseo de los campesinos por cultivar los aguacates que se están consumiendo a niveles históricos en Estados Unidos.

Debido a la demanda, los agricultores del estado occidental de Michoacán están cortando los robles y pinos que protegen los bosques donde anidan las monarca con el fin de limpiar el terreno y lograr que los huertos de aguacates tengan espacio.

“Es terrible lo que está haciendo la gente para cultivar aguacates”, dice Arturo Espinosa Maceda, quien durante años ha cosechado aguacates, duraznos y las flores “aves del paraíso” en un terreno a unos 20 kilómetros al norte de Aputzio. “Pero es un gran negocio”.

La reserva de la biosfera de la mariposa monarca es un área protegida de 54.600 hectáreas donde las mariposas descansan. La cantidad de mariposas se ha reducido dramáticamente en años recientes, debido a la disminución del algodoncillo en Estados Unidos y la deforestación que ha afectado su hábitat mexicano. Cada año, los ambientalistas contienen la respiración para ver cuántas mariposas llegan a México.

Omar Vidal, director general de World Wildlife Fund en México, señaló que conservar los santuarios de invierno es “fundamental para la supervivencia de la migración”. La deforestación “debe reducirse a cero”, agregó.

El auge del aguacate podría complicar esta meta. En 2015, los estadounidenses comieron una cantidad récord de 3,17 kilos per cápita, casi el doble que en 2008, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Cerca del 80 por ciento de esos aguacates llegó desde Michoacán, el único estado mexicano que tiene autorización del departamento para exportar el fruto a Estados Unidos; las autoridades prohíben los aguacates de otras regiones de México por temor a las pestes. Las exportaciones de aguacate michoacano han aumentado al doble en los últimos siete años ubicándose en 770.000 toneladas, con un valor aproximado de 1500 millones de dólares.

La bonanza ha sido brutal para los bosques de robles y pinos de Michoacán, los cuales crecen entre los 1500 y 2133 metros sobre el nivel del mar, la misma altitud que los aguacates. Entre 1974 y 2011, cerca de 44.500 hectáreas de bosques en las zonas montañosas del centro de Michoacán se convirtieron en huertos de aguacates, según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Los expertos dicen que la deforestación se está acelerando. Jaime Navía, presidente de GIRA, una organización sin fines de lucro que promueve el desarrollo rural sustentable, calculó que desde que se realizó ese estudio unas 26.300 hectáreas, la mayoría de bosques, se han convertido en terrenos para cultivar aguacate. “El daño es irreversible”, agregó.

Los funcionarios señalan que los culpables del aumento de incendios en Michoacán son los productores que buscan pretextos para convertir la tierra en huertos de aguacates. No obstante, expertos mexicanos en silvicultura y los agricultores argumentan que el Procurador Federal de Protección al Ambiente suele hacerse de la vista gorda ante los abusos. Dicen que les preocupan los grandes intereses alrededor de este tema, en especial porque el crimen organizado tiene lazos con la industria o influye en las autoridades con sobornos.

“Las autoridades deben controlar esto”, señaló Armando López Orduña, director general de la Asociación de Productores y Empaquetadores Exportadores de Aguacate de México. Explicó que para compensar la deforestación, su asociación ha plantado medio millón de árboles desde 2009 y espera plantar otro medio millón para 2018.

En los alrededores de Aputzio de Juárez, un pueblo de 1100 personas rodeado de campos de guayaba y maíz, las marcas en las colinas y los terrenos con árboles jóvenes de aguacate demuestran el avance del cultivo.

Davíd Romero Hernández, un agricultor bajo y fornido que una mañana de octubre estaba cortando el pasto de su nuevo huerto de aguacates ubicado en los linderos de Aputzio, dijo que el terreno estaba cubierto de robles y pinos, pero que hace un año el dueño había cortado los árboles y se lo había vendido.

Romero, de 51 años, apuntó hacia una colina limpia sobre su parcela y dijo que también estaba cubierta de árboles hace unos meses, pero que la había comprado un agricultor de otro pueblo. “Es la ambición por el aguacate”, dijo.

Esta codicia podría aumentar en poco tiempo. Zitácuaro, el municipio donde se encuentra Aputzio, está en proceso de buscar la certificación para exportar aguacates a Estados Unidos, lo cual está en boca de todos los agricultores.

La certificación se otorga por municipio y no todo Michoacán puede exportar aguacates. En este momento, algunos de los aguacates de Aputzio se venden a compradores de Uruapan, quienes los hacen pasar como si fueran de ese pueblo ubicado a 241 kilómetros al oeste y que es el corazón de la industria.

La deforestación en Aputzio es un problema reciente y mucho menos extenso que en otras áreas de Michoacán, señalaron los expertos. Pero “se ha convertido en un asunto importante”, dada la cercanía con el hábitat de las monarca, explicó Edgar González Godoy, director en México de Rainforest Alliance.

Los esfuerzos para combatir la deforestación en la reserva se concentran en 13.760 hectáreas que rodean el lugar donde se posan las mariposas. Los programas del World Wildlife Fund y otras organizaciones han ayudado a reducir la tala de cientos de hectáreas cada año a solo 28, señaló Vidal.

Sin embargo, los árboles de las orillas de la reserva cumplen un papel fundamental, comentó Manuel Sarmiento, biólogo y miembro de la Alianza por la Conservación del Bosque, Suelo y Agua, un grupo de agricultores, ambientalistas y residentes locales.

Por ejemplo, los árboles enfrían el aire cuando sube desde los cálidos valles occidentales a los bosques de oyamel ubicados en el centro de Michoacán. Si aumentara la temperatura en el corazón de la reserva, a cerca de 11 kilómetros de Aputzio, los oyameles podrían sufrir y afectar a las mariposas, explicó Sarmiento.

A González le preocupa que el atractivo del aguacate siga creciendo si México logra abrir nuevos mercados. Mencionó que la deforestación está creciendo en el estado de Jalisco, otra zona que espera exportar pronto su cosecha a Estados Unidos. “Solo imaginen qué pasaría si los chinos empezaran a comer aguacates”.

En el pueblo, los habitantes dicen que el aguacate ha generado dinero. Los trabajadores ganan cerca de 7,50 dólares al día por ocuparse de los huertos y el doble durante las cosechas. Un habitante puede vender media hectárea de tierra a un agricultor de aguacates por casi 4300 dólares, más de lo que el vendedor ganaría normalmente en un año.

“La gente tiene más para gastar y eso nos anima a todos”, dijo Fernando Bernal, un carnicero, mientras cortaba trozos de un lomo de puerco. Pero como otras personas de Aputzio, Bernal está preocupado por el agua.

El suministro llega de manantiales que provienen de las colinas al este del pueblo. Los pinos y robles ayudan a filtrar el agua por la tierra hacia el manantial; en cambio, los árboles de aguacates tienen raíces poco profundas y consumen mucha de esa agua. Si la gente sigue talando el bosque, “nos quedaremos sin agua”, opinó Bernal.

Y Aputzio no es la única comunidad que corre peligro. Las colinas al noreste del pueblo recolectan agua para el enorme Sistema Cutzamala, el cual provee el agua que consume Ciudad de México, la sedienta capital del país ubicada a 160 kilómetros.

Incluso a Romero, quien cuida sus arbustos de aguacates en la tierra que hace poco estuvo poblada de grandes árboles, le entristece la pérdida del bosque. Dijo que su pueblo, Zicata de Morelos, depende del agua que llega de las colinas cercanas a Aputzio.

“A todos nos afecta”, señaló Romero. “Pero la gente no piensa en el futuro”.

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