Economia

Es poco el empleo que EU podría repatriar

The New York Times

2016-09-22

Nueva York— En el mundo del comercio internacional, se trata de una verdad al parecer tan consistente como la ley de la gravedad: los empleos y la inversión fluyen de Norte a Sur, mientras que los bienes manufacturados viajan en sentido contrario. Las fábricas cierran en Estados Unidos y Canadá al tiempo que el trabajo se traslada a México y Centroamérica, donde las manos humanas lo hacen a menor precio.
Así que al parecer el orden del comercio se puso al revés el martes, cuando General Motors accedió a cesar de producir un motor automotriz en una fábrica mexicana mientras cambia los empleos a una planta en Canadá.  
Podría suponerse que lo anterior confirma la validez de una promesa central hecha repetidamente por Donald Trump, el candidato presidencial republicano. En voz alta y con frecuencia, Trump ha prometido traer de nuevo a Estados Unidos los empleos que se fueron a México, recurriendo a la vergüenza, la arbitrariedad ejecutiva y su estilo único de amenazas para hacerla realidad. Era la prueba aparente de tratarse de un objetivo posible.
Sólo que es más complicado.
El trato de General Motors sí constituye un indicio de que en la actualidad los empleos pueden terminar trasladándose a cualquier parte. En una época de manufactura cada vez más sofisticada que depende más de las computadoras y la robótica que de la mano de obra barata, los centros de innovación como Canadá y Estados Unidos tendrán mayor atractivo que antes.
Pero considérelo más bien otra advertencia en la versión predominante que un giro revolucionario en la historia de la globalización
“Se pueden regresar ciertos trabajos, pero probablemente sean más bien unos cuantos”, opinó Jared Berstein, exasesor económico de la Casa Blanca en el gobierno de Barack Obama. “Trump posee un punto de vista muy nostálgico sobre la globalización, como de 1950”.
“En términos generales, las tendencias que han perjudicado a las comunidades locales en cuestión de comercio y déficits comerciales siguen muy vivas, y de cambiar eso, no se van a regresar todos los empleos viejos”, dijo.
Lo cual significa los sectores donde un puñado de personas altamente calificadas con títulos y aptitud técnica ganan mucho dinero. Y los trabajadores menos educados –los que hacían los trabajos trasladados a China y México y que hoy están apoyando a Trump– continúan rezagados. 
Lejos de constituir un cambio de dirección, el trato de GM hace hincapié en la forma en la cual están las trasnacionales puliendo su enfoque para hacer las cosas. Están diferenciando más entre la manufactura de mano de obra intensa y las actividades más avanzadas y de uso intensivo de maquinarias que dependen de la automatización y el software.
Dado que los productos con los últimos avances alcanzan un precio mayor, supuestamente vale la pena pagar una prima al limitado número de seres humanos involucrados en su creación —especialmente puesto que así se adquiere proximidad a las mentes que sueñan las lucrativas visiones nuevas.
Durante decenios, las automotrices globales han estado intentando bajar costos. En Estados Unidos, cambiaron las fábricas de los baluartes sindicalizados como Michigan y Wisconsin a estado sureños como Carolina del Sur y Alabama, donde los sindicatos eran débiles y las reglas locales limitaban la organización laboral.
Luego, siguieron avanzando hacia el Sur, a México, explotando diversos acuerdos comerciales –entre ellos el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Hace 25 años, el candidato presidencial Ross Perot mencionó un “gigantesco ruido absorbente” al advertir que México estaba “chupando” los trabajos de las fábricas, quedando abandonadas comunidades en Estados Unidos.
Para los trabajadores de Canadá y México, los efectos resultaron evidentes. Tenían que satisfacer las demandas de las automotrices atrapadas en una competencia cada vez más global. Tenían que hacer concesiones. De otra manera, las empresas automovilísticas podían utilizar su ya demostrado poder para abandonarlos, mudando los empleos a lugares donde la mano de obra fuera más barata y flexible.
El convenio de GM confirma dicha realidad. Los trabajadores pagaron un precio por atraer trabajos a Canadá –jubilaciones menos atractivas.
Los sindicatos canadienses son relativamente fuertes, mientras que la divisa nacional es relativamente débil, lo cual vuelve los productos hechos en Canadá más baratos en el mercado mundial. GM estuvo dispuesto a pagar el acceso a trabajadores muy especializados siempre y cuando obtuviera un respiro en sus contribuciones a las pensiones.
“Aquí la falacia fundamental de Trump es que el presidente puede decirles qué hagan a las compañías trasnacionales”, dijo Berstein.
“Eso es algo totalmente incorrecto, yo lo he visto de primera mano. El presidente Obama estuvo exhortando en forma constante a las empresas a crear más empleos, y sólo lo hacen si quieren”, añadió. “Citar simplemente a la Oficina Oval a los directores generales trasnacionales y gritarles no va a servir de nada”.

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