Economia

CAD, los herreros de la era moderna

Martín Coronado
El Diario

2016-05-01

Al igual que los antiguos herreros, su función es darle forma al acero y convertirlo en piezas útiles. Así como los maestros que forjaban las espadas de los samuráis, los trabajadores de CAD Maquinados y Automatizados han aprendido a dominar las propiedades de los distintos tipos de acero para dar a las compañías las mejores piezas y máquinas, armas que les permiten ganar la guerra de la competitividad.
Fresadoras, tornos, rectificadoras, una máquina que corta con carbón y otra con la electricidad que fluye a través de un alambre, hornos especializados para endurecer el acero, máquinas de soldadura y corte por plasma, entre otras herramientas, se unen al equilibrio personal y conocimientos heredados con los que trabajan cada uno de sus técnicos, para hacer piezas y máquinas que incluso se han exportado a China para mejorar procesos en plantas de Oriente.
La empresa se ha metido al futuro, al aportar precisión a los autos como el primer modelo eléctrico de Tesla, para el que diseñaron una estación de prueba de una cerradura.
Entre sus clientes se encuentran Robert Bosch, Nidec, Automotive Ligthing, Regal Beloit, Federal Mogul, Avon Cadimex, Linteva, Leggett & Platt, Luvata, Davol Surgical, entre otros, a los que les solucionan problemas de manufactura de piezas metálicos e incluso les construyen complejas máquinas que les ayudan en sus procesos de producción.
La historia de CAD inicia en un pueblo llamado San Diego de Alcalá, 20 kilómetros al noreste del 179 de la autopista Chihuahua-Delicias, donde Walter Castillo Gómez, vivió su infancia. La situación de la familia no era buena, pues vivían de animales prestados. “Nos prestaban los animales malos, la marrana que no se preñaba, el burro que no quería, pero cuando llegaban con nosotros todos producían”, recuerda.
Tras algunos accidentes la familia regresó todo y decidió migrar a esta ciudad en donde Walter y sus hermanos aprendieron de negocios vendiendo desde limones hasta leña, con lo que lograron hacerse de algunos bienes.
“Fui el único de mis siete hermanos que terminó la escuela y fue gracias a ellos, que siempre me alentaron y siempre me apoyaron”, reconoce.
Precisamente fue el Tec de Juárez el que forjó su futuro: Entre las jornadas de 8 de la mañana a 10 de la noche el actual empresario ganó un concurso local de creatividad que terminó tercero a nivel nacional con un diseño didáctico para estudiar cómo se mueven los líquidos.
“Eso me hizo muy popular”, explica. Luego, el servicio social en el Departamento de Trabajo del Instituto Mexicano del Seguro Social completó el cuadro que le ayudó a iniciar su empresa.
“Ahí conocí mucha gente de todas las 400 maquiladoras que había en ese tiempo. Se trataba de ver sus procesos y ver dónde había riesgos para los trabajadores, así que vi cómo funcionaba todo y conocí mucha gente y les tenía que hacer recomendaciones para arreglar los problemas”, explica.
Además había estado intentando un primer negocio con un torno que compró con un préstamo de sus hermanos. Las condiciones estaban dadas y en 1996 nació una primer empresa en sociedad con su amigo del CBTIS 114, Carlos Sifuentes.
Talleres Olimyc inició solucionando problemas a la antigua IGMEX, a quien le fabricó partes que sustituyeron un diseño estadounidense que se rompía a cada rato. “Nuestras piezas duraron tres meses así que nos dieron más y más trabajo. Luego salimos a otra empresa y a otra más, y la experiencia que tenía del Seguro, más los conocidos –que hasta la fecha todavía me reconocen del concurso de creatividad–, hicieron que fuéramos creciendo y logrando el éxito que hasta ahora nos acompaña”, dice.
Actualmente, entre las cosas que más orgullo le dan está un centro de pruebas que diseñaron para un cliente que le surte el mecanismo de apertura de la guantera a Tesla, máquina que exportaron a China.  Otra es una máquina que pegaba el material de dos carretes, que trabaja en un cuarto limpio y que tiene que hacer más de 5 operaciones sin utilizar más energía que la del brazo del operador.
En el 2008 Castillo Gómez se separó de su socio para cambiar el nombre al actual CAD, tomado por él y su esposa de las iniciales de sus hijos Cristian, Abril y Danaris. La firma se ubicó en la colonia ex hipódromo, donde ahora trabaja en un edificio de 980 metros cuadrados, en el que se observa la camaradería.Entre el ruido de las máquinas, los trabajadores bromean entre ellos.
“La tranquilidad de ellos es una parte clave de nuestro trabajo. Ellos tienen que estar en equilibrio para que las piezas salgan bien, y también para evitar accidentes”, indica Castillo Gómez, quien suele hablar con ellos sobre sus problemas y les aplica una prueba de energía para ayudarlos a conseguir cierto equilibrio. “Como ellos estén así sale el trabajo”, dijo.
Dice que el estado de los trabajadores, junto con los conocimientos adquiridos a lo largo de los años sobre el uso de las herramientas tan especializadas y sofisticadas es lo que hace que sean una empresa exitosa, pues así sacan los trabajos con la mayor calidad y en el tiempo que exigen los clientes.
mcoronado@redaccion.diario.com.mx

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