Deportes

De la loma, a la inmortalidad

Sergio Arturo Duarte / El Diario

2017-11-13

Un sin hit ni carrera, un doble cero, el anhelo e ideal de todo pitcher que juego a juego sube al montículo con el deseo de dominar a los bateadores rivales y guiar a su equipo al triunfo, coronó un año de ensueño para el lanzador juarense Alejandro Rivera, quien en el año 2000, simplemente lo ganó todo.
Próximo a entrar al Salón de la Fama, este lunes 20,  Rivera Rodríguez, serpentinero zurdo quien formó parte de los últimos dos equipos campeones estatales de Indios de Ciudad Juárez (1996 y 2000), logró la proeza frente a los Faraones de Nuevo Casas Grandes.
“Fue como quien dice la cereza en el pastel. Fue algo muy bonito, el llegar a lograr algo que es el deseo de todo pitcher. Así como el bateador, dar jonrón con casa llena para ganar el juego, así, el pitcher, lanzar un juego perfecto o lanzar un juego sin hit ni carrera, es algo que lo tiene uno siempre en mente”, apuntó.
Aquel domingo por la mañana, en el Estadio Corona 2000 –hoy derruido-, desde la lomita de los disparos, Rivera quien esa temporada fue campeón en juegos ganados y perdidos, vio como todo se acomodó y alcanzó la cima en la ‘pelota caliente’ estatal.
Y aunque no recordó la fecha exacta de ese glorioso juego, Alejandro, de 43 años y 1.90 metros, comentó que llegó al estadio a tirar un partido más.
Sin embargo, en el ambiente había algo distinto, especial, en un torneo para el recuerdo para los indígenas, en el cual, las cosas marcharon sobre ruedas.
“Había la sensación de que muchas cosas nos estaban saliendo bien ese año. Ese año quedé campeón en pitcheo, en ganados y perdidos y en juegos ganados. Ese torneo lo terminé con 10 ganados y un perdido”, comentó.
Una semana después que colgó la doble argolla, de nuevo contra los Faraones, por cinco innings, mantuvo a raya a los neocasagrandinos a los que tampoco les permitió imparables ni carreras.
“O sea que en total, me aventé 14 entradas sin hits ni carrera”, subrayó.
Tres veces campeón nacional con los Dorados de Chihuahua (1996, 1998 y 2000), Rivera quien a los cuatro años empezó a jugar beisbol con los Lobitos de la Liga Villahermosa, manifestó que, al final de su andar de más de tres décadas en el ‘rey de los deportes’, se queda con el hecho que formó una familia con los peloteros de la tribu de su época, con los que vivió momentos inolvidables.
“Con eso me voy, con la gran familia y con las satisfacciones que gracias a Dios les pude dar a mi familia, a mis padres, a mis hermanos, a mis hijos –Luisa Fernanda, Katia Alejandra y Santiago Alejandro-”, expuso.     
En la tradicional noche de entronización, Rivera se reunirá en el salón de placas del ‘recinto de los inmortales’, con algunos de sus coequiperos teporacas de aquellos años noventa.
“Fue algo muy bonito jugar con ellos, como con el ‘Güero’ –Jorge- Pérez, con Sergio Mora, con Manuel Martínez Yu, con Javier Pérez, un equipazo simplemente. No puedo describir la sensación que tengo de formar parte de este selecto grupo y hacerle compañía a mis compañeros que tantos juegos, tanto vivimos juntos”, resaltó.            
Ante la proximidad de su entrada al Salón de la Fama, el pelotero, quien alguna vez consideró un sueño lejano ser un huésped del mismo, no encontró las palabras para expresar la emoción que siente por ello.
“Es algo muy especial, muy indescriptible porque se ve como un sueño lejano y que de repente te digan sabes qué: ‘vas a formar parte de ese grupo selecto de deportistas, de atletas’. Es algo que no lo crees”, expuso.

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