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Qué diferencia de final

Agencia Reforma

2015-05-29

Ciudad de México.- Era tan punzante el dolor de Javier Orozco al sentirse culpable de perder la final contra el América, que tomó una de esas decisiones que nacen de la devastación.
La madrugada del 27 de mayo de 2013, apenas unas horas después de fallar un penal en el Azteca contra el América, el “Chuletita” renunció a Cruz Azul y a su sueño de ser el heredero de Carlos Hermosillo; portaba el 27 en su honor.
“Les pido una disculpa a todos!!!. Mi corazón es azul, pero tengo que cambiar de equipo para no sentirme tan mal!!  Lo siento. Duele dejar a mi gran equipo azul! En verdad lo siento mucho, pero puede ser lo mejor para el club y para mí! Lo siento”, publicó Orozco en redes sociales.
Así surgió la historia de Orozco con Santos, esa que tuvo su capítulo más brillante el jueves en la final de ida del Clausura 2015, en la que se despachó con cuatro goles de los cinco que prácticamente tienen al club lagunero como campeón.
No fue casualidad que, en la primera entrevista que dio tras el póquer contra Querétaro, dijera que ése era su premio tras el palo que recibió dos años antes y que lo llevó a decidir con la víscera.
“Esa final que perdí contra América me devastó muchísimo y me sentí muy culpable por eso. Hasta ahora lo pienso y digo pues no, a final de cuentas éramos todos”, dijo en enero de 2014.
Previo a ese partido, su ídolo Carlos Hermosillo advirtió que ya era hora de que el “Chuletita” demostrara que tenía tamaños para jugar en Cruz Azul... Orozco voló a Torreón.
Con Santos, recuperó la autoestima.
Parecía que al irse de La Noria equivalía a echar a la tumba su vida deportiva. Ocurrió lo contrario.
Orozco, nacido en Irapuato, pero criado en Los Mochis, recobró la alegría, ésa por la que en julio de 2010 patentó como festejo el simular que bateaba una pelota, en alusión a su deporte favorito, el beisbol, pero el que dejó de lado al pensar que había más opciones siendo futbolista.
El “Chuletita” disfrutó otra vez de coleccionar películas de beisbol, de escuchar música norteña, de probar ocasionalmente de unos buenos mariscos, de una salida al cine, de los triunfos de los Yanquis, pero, sobre todo, del futbol.

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